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Elogio al yoga ibérico

Necesitamos dormir más, descansar más, tener más tiempo para relajarnos y poder compensar el exceso de acción que caracteriza nuestras vidas. Por suerte, por estas latitudes mediterráneas, contamos con una de las herramientas anti estrés más valiosas: La sagrada siesta, el yoga ibérico.

Después de una buena comida no hay nada mejor que buscar un lugar cómodo y fresquito en el que refugiarse de la acción y hacer la siesta. Puede ser viendo los documentales de La 2, a la sombra de un buen árbol o acariciados por la brisa del mar. Si tenemos la posibilidad de encaramarnos a una hamaca el resultado puede ser sublime, y dejar de ser una costumbre mediterránea para convertirse en un lujo asiático.

No es conveniente llegar al extremo sugerido por Camilo José Cela que proponía una siesta con "pijama, padrenuestro y orinal" pero una humilde cabezada en el ecuador del día mejora la salud en general y la circulación sanguínea en particular. Previene el agobio, la presión y el estrés. Además, favorece la memoria y los mecanismos de aprendizaje.

Está claro que no es fácil parar, la inercia mental es muy grande. La cabeza sigue dando vueltas como un 'mono loco' incapaz de soltar los compromisos, las responsabilidades y las preocupaciones pero es de vital importancia que todos practiquemos esta herencia de nuestros antepasados para salvarla de la desaparición. Quizá debería ser protegida por la Unesco como la Dieta Mediterránea o el Flamenco porque relajarse no es solo un capricho o un placer, es una necesidad fundamental que mejora la productividad. La siesta debería considerarse un derecho laboral ¿Para cuando una sala de descanso donde hacer la siesta o meditar en los centros de trabajo? Las cuentas de resultados lo agradecerán.

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