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Mercè  Marrero

La suerte de besar

Mercè Marrero Fuster

Tolerancia cero

Uno de los resultados de la cumbre antipederastia es un documento con 21 medidas. Otro de los resultados es la decepción de las víctimas. Los verdaderamente importantes vuelven con sensación de vacío. Una vez más

Estudié en dos colegios religiosos y fui bastante feliz. Las charlas de la hermana Bárbara sobre la belleza interior de las personas y el valor de no juzgar a nadie ni por su apariencia ni por su tenencia eran un remanso de paz. Los sacerdotes nos hablaban de solidaridad y esfuerzo. El director del colegio, también religioso, aún es un referente emocional significativo para mí. Bueno, generoso, erudito, inteligente y carismático.

En casa esperábamos como agua de mayo a nuestra tía misionera. Un rayo de luz entraba en casa. Blanca de piel y de vestimenta, pacífica y luminosa. Nos contaba lo que hacía en India, nos hablaba del hospital de leprosos y todas las mañanas meditaba sobre enseñanzas y pasajes de la Biblia. "Mezclo disciplinas", aclaraba. Pasados los años, salió de la orden religiosa. Se convirtió en una rebelde y me gustó aún más. Muchos hemos crecido con referentes religiosos saludables y caritativos. Otros, desgraciadamente, no.

La imagen más impactante de la cumbre antipederastia no fue la del Papa sentado solo en un escenario inmenso, o la de una iglesia repleta de casi 200 curas ataviados en sotanas de color verde. La foto más espeluznante fue la de un mural compuesto por primeros planos de niños. Las víctimas. Las vidas rotas. Los que debían sentir alivio y han vuelto a sus casas sintiendo el vacío del ninguneo. Las grandes ausentes: las mujeres. He accedido a solo tres testimonios de ellas. El de una víctima violada por un sacerdote cuando ésta tenía 11 años, el de la superiora de la Sociedad del Santo Niño Jesús, Verónica Openibo, y el de la profesora de Derecho Canónico, Linda Ghisoni. Openibo pidió que sean admitidos los delitos cometidos, que se comuniquen las medidas tomadas en las últimas décadas y que se hagan públicos los nombres de los delincuentes. Vamos, que entre un poco de aire fresco en la opacidad. Por su parte, Ghisoni abogó por la creación de comisiones mixtas cercanas al territorio de cada Conferencia Episcopal y solicitó la revisión de la normativa sobre el secreto pontificio. Que cambien las reglas. Que la protección a la persona sea lo prioritario, que no se escondan los problemas ni se encubra al delincuente. Palabras que parece que se ha llevado el viento vaticano.

El representante de la Asociación Nacional Infancia Robada y Ending Clergy Abuse, Miguel Hurtado, ha vuelto con la sensación de haber recibido un bofetón. Según la organización ECA, el 7% del clero comete abusos a menores. En España, ese porcentaje equivaldría a unos 1.200 curas. Sí, 1.200. A pesar del dato, y pese a que la organización de la cumbre solicitó que las Conferencias Episcopales escucharan a las víctimas antes de asistir a Roma, la española no lo hizo. Lógico sentirse abandonado. Las víctimas critican la inconsistencia de las medidas y piden dos cosas de sentido común: el fin del secreto pontificio y que se denuncie a los pederastas ante la policía. No son meros "pillines". Son delincuentes.

Tras la cumbre ha trascendido que el consejero directo del Papa y número tres del Vaticano, el cardenal George Pell ha sido declarado culpable por cinco cargos de grave conducta sexual inapropiada. Las víctimas, dos niños de 13 años. Uno de ellos, violado. Por favor, dejen los brindis al sol y hagan algo ya.

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