Juan Mesquida es una de las personas más odiadas en el partido que ha abandonado, y tampoco es demasiado estimado en el partido donde ha desembarcado, pero nos arriesgaremos. Un hombre que ha dirigido a la vez a la Policía Nacional y a la Guardia Civil sin haber militado en ninguno de esos cuerpos, también puede mandar con PSOE y Ciudadanos sin pertenecer a ninguno de ellos. En lo que aquí concierne, a Albert Rivera solo le ha faltado entregarle en Palma la cartera de ministro del Interior al felanitxer.
Un mallorquín accedería así por primera vez al Consejo de Ministros, desde que Aznar le pegó la proverbial patada a Jaume Matas en 2003. Aflora así la paradoja evidente de que PP y PSOE presumen de encarnar como nadie los valores insulares, al margen de haber acaparado durante décadas la representación de nuestros intereses en Madrid. Con la particularidad de que los populares pretendían empotrar como mallorquina a una tal Isabel Borrego, madrileña para más inri. Entretanto, los socialistas locales se conforman con cargos de tercer nivel en el Gobierno fallido, y se jactan del REBasura que incurre en ensañamiento.
Ha tenido que emerger un partido ultraespañol como Ciudadanos, para que Mallorca cuente de antemano con un escaño en el gabinete. Es posible que Mesquida sea un fracasado según sostiene Ábalos, pero no conseguirá ser más catastrófico que los decapitados Màxim Huerta y Carmen Montón, por citar solo a dos de los ministros valencianos que el secretario general socialista le endosó a Pedro Sánchez. Los promotores del REBasura denunciarán ahora el electoralismo de Rivera, que ha introducido sin embargo un elemento capital para votar por alguno de los cinco partidos madrileños. Basta con la promesa de un ministerio, unida a la identificación precisa de la persona que lo desempeñará. Pueden ahorrarse las restantes promesas.
