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Daniel Capó

En clave local

La política balear late al ritmo de la precampaña nacional. Armengol y Company dependen del resultado que obtengan Sánchez y Casado de un modo casi inmediato. Se diría que con un mes de diferencia, la photo finish de las legislativas marcará las apuestas sobre las autonómicas. La victoria de las derechas pondría en marcha un tsunami de cambios electorales que difícilmente podría controlar la izquierda. Y, viceversa, una eventual recuperación del voto socialista desmoralizaría al votante conservador. La moral, sin duda, resulta un elemento decisivo cuando el país se encuentra dividido en dos y el único reclamo electoral que funciona es el maniqueísmo del todo o nada.

Armengol y Company miran de reojo a Madrid, pero no son los únicos. Cs acelera su selección de candidatos -ha presentado ya a Joan Mesquida como flamante número uno al Congreso-, aunque sus expectativas de voto parecen estrecharse en las generales debido a su difícil posicionamiento en la lógica de bloques. La activación del "tique" Arrimadas en Barcelona sugiere no sólo el desgaste personal de la política jerezana en Cataluña, sino también la urgencia por parte de Rivera de intentar sobrepasar -esta vez sí- al Partido Popular. La posición peculiar de Actúa-Vox en las islas no esconde su estrecha relación con el momento dulce que vive la formación de Abascal en el panorama español. Unos resultados extraordinarios el 28 de abril propulsarían las expectativas de los de Jorge Campos, mientras que un número mediocre de diputados llamaría seguramente al voto útil en la figura de Company. Los partidos regionalistas y nacionalistas arrancarán la partida con cierta desventaja, al carecer de suficiente visibilidad nacional. No obstante, el caso de Podemos es más significativo porque su evidente fragmentación interna -el asunto Errejón es el más notorio, pero no el único- se traduce en una sangría de votos dirigida en su mayor parte al PSOE, que capitaliza el voto útil. En Balears sin duda sucederá lo mismo, lo cual puede alimentar las posibilidades de victoria socialista. Sin embargo, tanto Sánchez como Armengol necesitan que el pinchazo podemita no sea excesivo si no quieren ver malogradas sus posibilidades de alcanzar alianzas de izquierdas para formar gobierno. Entre los objetivos tácticos del sanchismo se encuentra salvar a Pablo Iglesias. O, dicho de otro modo, el PSOE necesita un Podemos debilitado pero no reducido a la irrelevancia.

La política hace extraños compañeros de viaje. De materializarse un gobierno conservador en Balears, los acuerdos a los que tendría que llegar Company exigirían un encaje casi imposible: entre el regionalismo foranista de El Pi y la visión más centralizadora de Vox y Cs, ¿cómo hallar el espacio de común acuerdo? La posición central del PSIB parece más cómoda, aunque también tendría complicado sumar el populismo de izquierdas de un partido como Podemos al aliento nítidamente conservador de Jaume Font. No debemos olvidarnos de Més, que afronta las próximas autonómicas en una situación compleja. En primer lugar, porque la coyuntura política no les beneficia tanto como en las anteriores elecciones, marcadas por la fragmentación de la izquierda y las protestas de las camisetas verdes. Y, en segundo, porque gracias a esas circunstancias -y a una hábil negociación- lograron una importante representación en los núcleos de poder -la presidencia del Consell o la alcaldía de Palma, por poner dos ejemplos- que difícilmente podrá repetirse en un momento más favorable al PSIB. Pero cualquier futurible depende primero de las generales. Esta vez, las autonómicas se juegan en clave nacional tanto como en clave local.

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