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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Rajoy recuerda lo justo

Los acusados no se convierten en inocentes por estar mejor preparados que los fiscales. Sin embargo, las actitudes de unos y otros en el Supremo confirman que no se libra un juicio político, sino un debate político. Y las discusiones se saldan con un vencedor, laurel que muy difícilmente puede adjudicarse al ministerio público. La ignorancia asumida como virtud desdeñosa por los fiscales no ofende a los independentistas, sino sobre todo a los españolistas que se ven representados en inferioridad de condiciones.

Los doce apóstoles del independentismo mesiánico, con su profeta resucitado en Waterloo, han sido interrogados por un fiscal que fue asesor de Rajoy. Tal vez por ello, Jaime Moreno confunde a Artur Mas con Puigdemont, lo cual obliga a preguntarse dónde ha vivido durante la última década. O tal vez la fiscalía trata de demostrar que todos los separatistas son iguales. A Carme Forcadell le tocó en suerte la fiscal general del Estado con Rajoy, que pregunta si una declaración de independencia es "farsa o sainete", hasta obligar al presidente a reprenderla.

Con tanto subalterno del PP en pista, era inevitable la comparecencia de la persona fundamental en el último Gobierno de los populares, y también la declaración de Rajoy. El registrador de la propiedad no se apartó de su famoso registro, "no me consta". En su celebérrimo distanciamiento de la realidad, que le llevó a perder La Moncloa sin enterarse, a nadie podía sorprenderle su categórico "yo no me ocupaba del operativo policial". Afloró el pánico súbito a que le demandaran un recuento de sus inhibiciones, con lo cual seguiría declarando a estas horas.

Rajoy recuerda lo justo. Cuando reivindica que "el 1-O estaba al corriente de lo que sucedía desde la Moncloa", suena a excepción, a un domingo malgastado cuando podría haberse invertido en el emocionante desarrollo de la jornada liguera. Trasladándose de nuevo del juicio al debate, el expresidente del Gobierno aborda la maldición que traumatiza a España como una ligera inconveniencia de su mandato. Dejó el encarnizamiento para Soraya, fuese y no hubo nada. Sirvió de telonero para el plantón de las CUP, que dispara un interrogante existencial. ¿Se puede condenar a alguien por negarse a hablar con Vox?

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