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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Animales de familia

El ayuntamiento ha soliviantado a los amigos de las mascotas con una ordenanza que, entre otras cosas, restringe a tres el número de asimilables a perros y gatos que se pueden tener en un piso

La gente que te dice: "Yo no tengo hijos, pero tengo un perro que como si lo fuera" está de enhorabuena. Cuando la legislatura está dando sus últimos estertores y ya casi no hay tiempo material de aprobarla, el equipo de gobierno de Palma ha dado a conocer el contenido de la ordenanza para la tenencia de animales de compañía, que ya no son considerados como tales, ni siquiera mascotas, pues han adquirido la categoría de animales de familia. Miembros de la familia. Lo siguiente será darles derecho al voto, y a lo mejor nos llevamos una grata sorpresa. O ya puestos, incluirlos en las listas electorales, y la sorpresa puede ser aún mayor. Ahora que los bichos son unos o unas más de la tribu, cabe esperar que la convivencia con ellos mejore en esta ciudad. Porque empeorarla resultaría difícil. Si tu perro es como mi hijo, que me pega una bronca cuando amago con cruzar el semáforo en rojo porque no viene nadie, "y qué importa: está rojo", tu perro se sentará sobre sus cuartos traseros hasta que te vea recoger la mierda que acaba de depositar delante de la puerta del colegio, y que sistemáticamente abandonas por no tomarte la molestia de agacharte. Y se negará a pasear por la ciudad sin correa. O sin bozal. Y te gruñirá cuando pretendas que se meta en las playas vedadas o en los areneros de los parques infantiles. Las mascotas, como los hijos, suponen una responsabilidad y para mí ahí acaban los parecidos. Pero para quienes los equiparan en derechos y en amores se aproximan tiempos prometedores: bienvenidos a las obligaciones.

Presentada apresuradamente, tras una legislatura perdida en la que incluso la Defensora de la Ciudadanía se quejó de la falta de acción municipal ante la suciedad que provocan los más de cien mil perros que habitan en Palma, además de las cien colonias felinas que alberga, la nueva norma limita a tres los animales asimilables a canes y gatos que se pueden tener en un piso, y a cinco en una casa unifamiliar. Parece de sentido común, y un precepto conveniente para las mascotas que necesitan unas buenas condiciones de vida, y mejor aún para los humanos. No han tardado en quejarse los animalistas, los veterinarios y asimilados, que no ven clara la obligatoriedad de esterilizar a todas las mascotas con acceso a la vía pública, e incluso el PP, que en su deriva ideológica clama por el recorte de la libertad individual que entraña que te prohíban cohabitar con dos docenas de gatos en un apartamento. Tranquilos todos, el ayuntamiento se ha apresurado a aclarar que no hará nada por que esta restricción se cumpla. Del mismo modo, no hay que preocuparse por el aumento en las cuantías de las multas que se pueden imponer a quienes ensucien la vía pública por no retirar los excrementos, o no lleven una botella de agua y desinfectante para diluir los orines que provocan la corrosión de farolas y soportes de papelera. En todo el año pasado se pusieron 17 multas. Una risa. Estamos ante una ordenanza que difícilmente se someterá a votación, y si se llega a aprobar se guardará en el cajón de las bolsas para el pipicán. No hacen falta que se apresuren a desmantelar los palomares ilegales que molestan a sus vecinos. Puede seguir permitiendo que su perro campe por el parque público sin atar, o ladre durante toda la siesta. En esta gran familia, cada cual hace lo que le da la gana.

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