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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

Paranoia electoral, y ¿ahora qué?

Los comicios llegan en un momento social y político fuertemente marcado por un estado de crispación evidente, patente en los discursos de los partidos y sus líderes

En poco más de tres meses se nos convoca a depositar nuestro voto para elegir quiénes van a regir los destinos de todas y cada una de las instituciones democráticas. El 28 de abril elecciones generales, diputados y senadores. El 26 de mayo elecciones europeas para remodelar el parlamento de la UE, las municipales para renovar todos y cada uno de los ayuntamientos, las autonómicas (excepto Catalunya, País Vasco, Galicia y Andalucía), y en nuestro caso también los consells insulars. Mucho me temo que tal concentración y exceso electoral provoque que la paranoia, que nos afecta en nuestra confusa realidad política y socioeconómica, se trasfiera a los procesos electorales. La paranoia, que tiende a transformarse en confrontación, es un trastorno de personalidad personal y/o colectiva que se manifiesta por brotes de desconfianza y de recelos. Se visualiza en estados de crispación, hostilidad, desconfianza y aislamiento. Como prueba, consulten los resultados de la investigación de la Fundació Gadeso referida al impacto de la crispación política en el proceso electoral, sus causas y consecuencias, publicados en Quaderns Gadeso 358 "Temps de crispació, a qui beneficia?" (gadeso.org).

Pero ¿cuál es el contexto político del proceso electoral abierto? Primero el bipartidismo y las mayorías absolutas reposan en el baúl de los recuerdos. Las mayorías y los gobiernos serán plurales y fruto del diálogo y de pactos. Segundo, existe un problema preocupante de convivencia en Catalunya de naturaleza política. Tercero, la aparición relevante de Vox, desde planteamientos radicales, ha removido el gallinero de la derecha. Hoy, con matices, PP, Cs y Vox, ocupan el granero electoral de la derecha española hasta ahora ubicado en el PP. Y cuarto, un modelo de sociedad polarizada donde los poderosos son más poderosos y la gran mayoría (incluidas las clases medias) sigue sufriendo los efectos de la crisis.

Frente a tal compleja realidad política y socioeconómica, la crispación ha tomado carta de ciudadanía. Crispación definida como "un desacuerdo permanente y sistemático sobre iniciativas propuestas, gestos o actuaciones del otro, presentadas desde la otra parte (...) como un signo de cambio espurio de las reglas del juego, incompetencia, electoralismo, ausencia de proyecto, corrupción, revanchismo, oportunismo, etcétera, y en última instancia como una amenaza a la convivencia, al imperio de la ley, a los valores establecidos o al consenso democrático" (Informe sobre la democracia en España, Fundación Alternativas, 2007).

La no aprobación de los presupuestos del gobierno Sánchez, conjuntamente por la derecha y los independentistas, ha provocado un adelanto de las elecciones generales al 28 de abril. Estos procesos electorales llegan en un momento social y político fuertemente marcado por un estado de crispación evidente, tanto en los discursos de los partidos y sus líderes, basta repasar las declaraciones de Pablo Casado contra Pedro Sánchez a raíz del tema del "relator", o las declaraciones de los líderes de Vox como Ortega Smith, las cuales parecen más las de un inquisidor fanático que las de un político del siglo XXI. Pero no sólo se trata de declaraciones, la manifestación del pasado 10 de febrero en Madrid, convocada por PP, Cs ya la que se adhirieron Vox y otros grupos de la extrema derecha más rancia, sólo puede ser tachada de provocación en toda regla. Todo ello contribuye a generar más crispación, y puede influir significativamente en los resultados electorales. Así, las personas encuestadas creen, en un 92,9% que la crispación está bastante o muy arraigada en España, mientras que este porcentaje se reduce hasta el 90% en el caso de nuestras Islas. Tampoco los independentistas contribuyen a relajar el ambiente político, con un empecinamiento incomprensible en posiciones políticamente poco viables. A su vez era imposible gobernar con 84 diputados, y a su vez todos los partidos (incluido el Gobierno) mostraron su incapacidad de encontrar vías de diálogo y distensión. La crispación y la confrontación están servidas.

La crispación tiene dos lecturas. Por un lado puede provocar el cansancio del electorado y, consecuentemente, un aumento de la abstención (¿a quién beneficia la abstención?). Y por otro, ¿a quién puede beneficiar el uso de la crispación y la confrontación como estrategia electoral?

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