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Lluís Abbou

Vivir sin ser acosado

Una búsqueda rápida en internet de cualquier celebridad revela una gran cantidad de historias e imágenes, desde apariciones en alfombras rojas hasta lo que comen. Esta fábula ha sido compartida por miles de personas y leída por muchas más.

El interés de los medios de comunicación al publicar tales historias e imágenes es claro (trabajo, ganarse la vida), pero la era tecnológica en que vivimos ha llevado el periodismo a otro extremo en el que la vida personal de los famosos se analiza más que nunca y no se separa de su carrera. Esto sólo plantea la pregunta de si los personajes públicos tienen derecho a la privacidad.

En 2012 aparecieron en la portada de una revista francesa inombrable fotografías en topless de la duquesa de Cambridge. Las fotos, que mostraban a la pareja real descansando en una villa privada, habían sido tomadas desde la distancia con demasiado zoom. Una declaración de palacio describió el uso de las imágenes como "una reminiscencia de los peores excesos de la prensa y los paparazzi durante la vida de Diana, princesa de Gales". Sin embargo, la revista afirmó que había un interés público en la relación de los futuros herederos del trono y por eso las publicaban. El tribunal francés claudicó a favor de los duques y obligó al magazine a pagarles una cantidad indecente (no estoy seguro hasta qué punto esto es junto, pero ya es otra cosa), lo que demuestra que hay haber una distinción entre lo que interesa al público y lo que realmente interesa al interés público. No hay que ir tan lejos ni a otro país para hablar de los abusos de las redacciones: Rafel Nadal es el más reciente, cuando una revista nacional anunciaba su supuesto compromiso. Al rato, la noticia (si puede calificarse como tal) era traducida a docenas de idiomas y era titular en todos los rotativos españoles. La cosa va aún más lejos con la especulación de quienes serían los invitados (afirmando que, entre otros, el exentrenador y tío del número uno Toni Nadal estaría en la lista... digo yo que lo extraño sería que no estuviera) o cuál era el origen del nombre de la "novia".

Extremadamente ridículo, una invasión a la privacidad de una persona que, a pesar de ser mundialmente conocida, tiene también una vida privada como la tiene usted y como la pueda tener yo. Todos tenemos derecho a vivir sin ser acosados. Si bien muchos sujetos se preguntan qué hacen los Duques en sus vacaciones, esto no es suficiente para justificar la invasión de la privacidad a la que conduce la toma de fotos clandestinas o la publicación de decenas de artículos sobre ellos y su prole, que sin comerlo ni beberlo se le se ven en el ojo del huracán.

La discusión que la popularidad no quita la privacidad menudo se reduce a que las mortales disfrutan con los chismes de las celebridades y que al meterse en el mundo firmaron un contrato (inexistente) en el que acceptan estar en el centro de las miradas . En otras palabras, algunos creen que la sociedad da a los famosos riqueza y una vida maravillosa, y exige, como parte del precio, que se pongan en un escaparate para ser observados.

Esto son tonterías. No hay ningún contrato que diga que para ser conocido uno deba renunciar a su intimidad. ¿Por qué debería ser considerado un requisito profesional ser acosado? ¿Por qué queremos saber sobre la vida de las personas que recitan líneas o que dan golpes de raqueta a una pelota? No nos interesa la vida de pilotos o médicos, pero, en cambio, conocer su vida personal nos podría ser útil para decidir si queremos embarcar en un avión o someternos a una cirugía.

No estoy argumentando que no podamos leer sobre las celebrities, hay cosas interesantes sobre ellas, pero la vida cotidiana de Rafel Nadal no es una de ellas. Él, como todos los demás, debería poder vivir sin ser acosado. Diana de Gales no debería haber muerto por unas fotos y, yendo más lejos, no debería haber instantáneas de su coche destrozado - publicadas de nuevo por medios franceses... ejem, ejem.

Creo que hay formas de trazar líneas para proteger la privacidad de alguien que vive entre flashes, aunque tal vez la tarea no es nada fácil. La pregunta no es si las celebridades tienen derecho a la privacidad, sino como se debe conseguir un equilibrio entre privacidad, trabajo y libertad de expresión. Las redes sociales nos han brindado una plataforma aún mayor para ejercer nuestra libertad de expresión, pero nuestro derecho a la privacidad del artículo 8 de los derechos humanos sigue siendo igual de importante.

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