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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Ni fu ni fa

No había terminado de indignarme por la decisión de Pedro Sánchez de nombrar un relator para la cosa, cuando empezaron a exasperarme las declaraciones de Pablo Casado a propósito de la materia. Fue como un choque de resentimientos, de cabreos, que pugnaban por ocupar todo el espacio de mi alma. En esas estamos, pensé, no en averiguar lo que nos hace más felices, sino en buscar lo que más rabia nos provoca. Fui al médico porque se me habían acabado los ansiolíticos.

-¿Qué es lo que le produce tal estado de agitación emocional? -preguntó-.

-Las decisiones políticas de Pedro Sánchez y las respuestas desquiciadas de Pablo Casado -respondí-.

Me pareció que dudaba, como si no hubiera un fármaco capaz de aliviar los dos problemas a la vez. Finalmente me recetó un ansiolítico para cobardes. Los ansiolíticos para cobardes son los que ni fu ni fa. Te sacan del apuro, pero no sirven para suicidarte. Y no es que yo esté pensando en quitarme de en medio, pero me tranquiliza la idea de poder hacerlo cuando me venga en gana. Bueno, salí de la consulta, pasé por la farmacia para recogerlos y entré en una cafetería donde ingerí tres comprimidos con un zumo de naranja. Aunque el fármaco era para cobardes, tomarse tres de golpe es de valientes. Una cosa por otra.

Primero se me quitó la indignación por lo de Sánchez y enseguida se esfumó también el cabreo por lo de Casado. Llegué a casa en un estado zen desde el que traté de imaginar a los dos líderes compitiendo por ver a cuál le escandalizaba más la pobreza infantil. Pero no me salió. No logré ver a Sánchez rasgándose las vestiduras frente a los padecimientos de las clase medias y humildes de este país, ni a Casado abriéndose las venas al conocer las estadísticas sobre el riesgo de pobreza en el que se encuentra la cuarta parte de la población a la que pretende gobernar. A la luz de pasividad proporcionada por los ansiolíticos me pareció extraño que pusieran tanta pasión en lo que no es y tan poca en lo que es. Entonces me atacó el delirio paranoico de que todo el lío sobre el relator estaba pactado al objeto de dirigir nuestra furia a cuestiones que a ellos les permitan continuar jugando a la política.

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