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Un poco de vergüenza periodística

Después de más de treinta años de profesión he asistido a una escena que confirma la degradación del periodismo. Dos colegas de trabajo, de otros medios, lanzando preguntas a una persona extranjera que no se expresaba bien y a la que había que repetir cada frase que pronunciara para tener la certeza de sus afirmaciones. Se trata de la víctima de un robo que no puso ningún inconveniente en ponerse delante de las cámaras. El trabajo era fácil: cómo, cuándo, quién, por qué y cuánto. Vamos, de primero de periodismo.

Tras las respuestas escuetas y concretas de la víctima, dos compañeros de profesión, lanzaron preguntas capciosas y que en su propia formulación escondían la respuesta. "¿A partir de ahora, no va a sentir miedo?", lanzó el primer periodista avispado. Ante la respuesta del afectado, que negó la mayor, el lince siguió preguntando: "¿El hecho de cerrar a las 10 de la noche no le ha planteado cambiar el horario para evitar esto?". El dueño ya no daba crédito y le contestó que nada tenía que ver su horario de trabajo con que le robaran o no.

Ante la presión de los medios y las prisas para sacar la noticia a primera hora, entre cámaras y micros, este ciudadano ya no sabía si el periodista avispado le estaba recriminando su horario laboral o pretendía escrudiñar en sus sentimientos más profundos tras sufrir un robo, todo un Pulitzer.

Pasado este primer trago, uno ya espera que la cosa se tranquilice, que luego nos tildan de amarillos, y entonces aparecen las preguntas del segundo colega, que parecía competir con el anterior en ingenio. Este rebuscó en la oscuridad: "¿No es cierto que en esta calle no hay iluminación y esto puede ayudar a los robos?". El afectado a esas alturas ya no sabía si formaba parte de un decorado de Chinatown, pero acertó a contestar: "Sí, hay iluminación, es oscura, pero hay". No contento, el audaz joven periodista le inquirió: "¿Quiere decir que la calle está oscura y por eso le han robado?". Pero no contento con la respuesta negativa insistió: "¿No le parece que al ser tan oscuro [la calle] haya ayudado al robo?". El vecino robado ya zanjó: "Son jóvenes que necesitan dinero, ni oscuro ni no oscuro". Así acabó la crónica que seguramente no se retransmitirá por ninguno de los medios que la han grabado, pero es un ejemplo claro de lo que no es periodismo.

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