Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Relator o mediador, Zapatero es el mejor

Tras la presentación por ERC de la enmienda a la totalidad del proyecto de presupuestos del gobierno se encendieron todas las alarmas del entorno más hooligan de Sánchez: Adriana Lastra, Carmen Calvo y Miquel Iceta. La hipótesis de que no pudiera continuar la tramitación de los presupuestos significa la inevitable y pronta convocatoria electoral y un previsible desalojo de Sánchez de la presidencia del gobierno. Su continuación, independientemente de que se frustrara su aprobación en el mes de mayo, alargaría cinco o seis meses más la estancia del presidente en el búnker de La Moncloa. ERC y PDECAT aceptarían continuar la discusión si se consideraran por el gobierno los veintiún puntos a tratar entregados por Torra a Sánchez (que incluyen, entre otros, el reconocimiento del derecho de autodeterminación, el abandono de la vía judicial y el debate sobre la monarquía) y la petición por parte del independentismo de un mediador internacional neutral para la mesa de partidos en Cataluña (en la que no participan ni PP ni Cs) con el objetivo de buscar una solución política para Cataluña.

De momento se ha obviado el documento de los veintiún puntos, pero el gobierno ha aceptado, por boca de Calvo, que ha desplazado a Meritxell Batet en la responsabilidad de la relación con el independentismo catalán, participar en la mesa de partidos en Cataluña, con la matización de la figura del mediador. Para ello se ha servido de las declaraciones de Iceta del pasado martes en TV3: "No me gusta la expresión de mediador, como si los partidos necesitáramos que alguien nos pusiera de acuerdo. Yo vería más claro que se diga que haya alguien que dé fe de lo que se habla. Como entre los partidos tenemos tanta desconfianza que haya alguien que diga 'se ha hablado de esto', 'se ha llegado a estos acuerdos', 'queda esto sobre la mesa'". Calvo ha dicho que se acepta la participación pero ha rechazado la figura del mediador, acepta la de "un relator que coordine, una persona neutral que dé fe de lo que se habla, un facilitador que pueda tomar nota". Ha rechazado la petición de que el gobierno presione a la fiscalía para que retire la acusación contra los presos del Procés.

Las reacciones de Cs y del PP no se han hecho esperar. Manifestación el domingo contra Sánchez, a la que se ha sumado Vox, acusándole directamente de traición y reclamando elecciones ya ante la nueva muestra de resistencia de Sánchez, tan seguidor de la máxima de Fraga y de Cela, en general de la derecha: "En España quien resiste, gana". Tan seguidor que hasta lo ha plasmado en el libro que acaba de publicar, Manual de resistencia. También se han producido reacciones en el propio PSOE. Ya sean Page, Lambán, Puig o Soraya Rodríguez, la que fuera portavoz parlamentaria con Zapatero, que ha dicho que "ni mediadores ni relatores, el diálogo entre el Estado y una comunidad autónoma necesita respeto a la Constitución, al Estatut y a las instituciones". Calvo le ha respondido acusándola de no haber entendido nada. Otra vez tenemos que remitirnos a Lewis Carroll y a su Humpty Dumpty: "El problema es -dijo Alicia- si usted puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. El problema es -dijo Humpty Dumpty- saber quién es el que manda". También a Zapatero, quien tiene el dudoso honor de certificar en sede parlamentaria, sin que ningún diputado, ni siquiera Alfonso Guerra, le enmendaran la plana, que "las palabras están al servicio de la política y no la política al servicio de las palabras". Los alumnos más aplicados de Zapatero han sido los nacionalistas catalanes. Y los medios de comunicación de Cataluña. El ejemplo más evidente fue el editorial conjunto redactado por Enric Juliana en respuesta a la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010. Juliana, disfrazado de tercerista, es un alumno de matrícula en poner el lenguaje al servicio de la política; a Vox, defensor de la unidad de España, en Al rojo vivo, le llama el partido de la ultraderecha, a Podemos, defensor del derecho de autodeterminación de Cataluña, la formación morada.

Estamos ante un escenario de espejismos lingüísticos en el que peroran incansablemente dos actores teatrales que luchan por sobrevivir. Uno, Sánchez, poseído por el duro deseo de durar, tres meses, seis meses, un año. Un deseo al que sacrifica todo, en el supuesto de que tuviera algo susceptible de ser sacrificado, de que sea poseedor de algún tipo de proyecto político, más allá de proclamar que es la izquierda, el centro-izquierda y la auténtica opción liberal. El otro, el independentismo, cuyos dirigentes, al final de la escapada, asumen en privado el fracaso del procés, son incapaces, acobardados, de asumir ante sus votantes, por el miedo a ser acusados de traidores como Puigdemont el 26 de octubre de 2017, no solamente su fracaso, sino sus mentiras, sus falsas promesas, las fantasías con las que han cebado el delirio, a la vez supremacista y victimista, de sus seguidores, las tremendas consecuencias económicas de su irresponsabilidad. Necesitan que la farsa continúe para sobrevivir, para que, a su vez, pueda continuar la farsa, y así hasta la victoria final, al final de los tiempos. Relator o mediador, Zapatero es el mejor. Perdonen el pareado, pero es él, curtido como mediador en Venezuela, comprensivo con Maduro y la revolución bolivariana (una de las pocas instancias internacionales partidarias de la independencia de Cataluña, de la que han huido ya cientos de miles de venezolanos escapando de la miseria, la delincuencia y la violencia política), el hombre indicado.

Compartir el artículo

stats