Diario de Mallorca

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El ático más caro de España (de momento) se vende en Madrid, está situado en la calle de Montalbán formando parte del barrio del museo del Prado y la inmobiliaria que lo anuncia pide por él 14,6 millones de euros. Parece que se lo quitarán de las manos porque las otras nueve viviendas de la promoción se han vendido en poco más de medio año. No es una excepción en el mercado, que abunda en disparates de ese estilo. Pero de acuerdo con las leyes de la economía de la oferta y la demanda, si salen a la venta pisos a ese precio es porque hay alguien que los compra. Y no sé si será una leyenda urbana pero ese alguien está relacionado con otro de los disparates contemporáneos: el de la situación política en Latinoamérica. Cada vez que el presidente Maduro da una vuelta de tuerca al engranaje de su revolución bolivariana se vende un puñado de áticos de lujo al otro lado del océano. Las leyes de la causa y el efecto son a veces así de transparentes.

Pero el mercado entendido como dos personas que se ponen de acuerdo a la hora de fijar el precio de una compraventa es sólo una parte del asunto. Cuando se multiplican las operaciones aparece otro componente de la economía, esta vez de un grado más global. Es lo que sucedió hace unos años cuando la burbuja inmobiliaria, entendida como la subida no justificada de los precios de las viviendas, hizo que la crisis golpease con mucha más fuerza a nuestro país. Los expertos nos dicen que no aprendemos de los errores pasados porque casos como el del ático de la calle de Montalbán ponen de manifiesto que la burbuja ataca de nuevo. Lo que no entiendo es qué podríamos hacer para evitarla.

En la crisis anterior la banca tuvo parte de la culpa al ofrecer hipotecas sin necesidad de demasiadas garantías y por un importe que superaba el precio de la vivienda. Pero ahora no existen semejantes alegrías y, aun así, estamos hablando de cómo crece de nuevo la pompa de jabón. Será que quienes traen el dinero amenazado en otros lugares no necesitan de hipoteca alguna y, ya que estamos, de un banco que dé sostén. Nos encontramos, pues, en una situación peor porque el equilibrio difícil que mantiene la economía libre de tumultos resulta imposible cuando llegan cantidades ingentes de dinero en busca de inversión. Como hoy día la Bolsa asusta, como lo que eran antes los depósitos de plazo fijo ya no existen, y como los bonos dan intereses negativos, la mejor salida para los capitales es el mercado inmobiliario. Pero desde un lugar como Mallorca es fácil entender que la oferta no puede ser infinita cuando el suelo tiene límites estrechos; de ahí que la burbuja crezca sin que veamos cuándo va a estallar.

El oro americano arruinó ya una vez la economía de los monarcas de la casa de los Austrias. Como nos hemos vuelto republicanos, nos arruina ahora nuestros bolsillos incluso teniendo en cuenta que del ático de Montalbán no podríamos pagar ni el portero automático.

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