Cuatro años atrás, la energía de Armengol le permitió liberarse de un papirotazo de Més y Podemos, que por separado eran casi tanto como ella, y juntos eran mucho más que ella. Los atemorizados aprendices fueron anulados porque, según afirma la propia presidenta, "tengo muy buena gente a mi lado". Así comenzó un reinado que afrontó con un brío inusual. La socialista asumió el protagonismo exclusivo, se encaraba con ministros del PP como Soria o reclamaba los micrófonos en Madrid para criticar al PSOE de Susana Díaz. Estuvo a punto de nacer una lideresa nacional, ¿en qué momento se frustró todo?
La amilanada Armengol de hoy no guarda parecido con la dinamo de 2015 y siguientes. La presidenta no ha perdido la iniciativa, ha renunciado a la iniciativa. Se deja humillar por su alumno Pedro Sánchez, el trato que le dispensa la jacarandosa María Jesús Montero se inscribe en el sadomasoquismo. En lugar de rebelarse contra Madrid para salvar su Govern, renuncia y está dispuesta a aceptar cualquier limosna que los parásitos de la capital disfracen de Régimen Enterrado de Balears. Y cuando su situación no podía empeorar, reta a sus críticos ecologistas a que apoyen a Vox. La primera regla de la política es no ofrecer una alternativa a los votantes.
Enter Miquel Ensenyat, varios peldaños por debajo de Armengol en la cadena trófica. Con la autopista que le ha clavado el PSOE a cuestas, el presidente de Mallorca fue el primero en percatarse de la enésima burla de Madrid. Nunca hubiera asaltado a la presidenta del Govern, por "abandonar" ante un Pedro Sánchez que insiste "tomar el pelo a Balears", si no hubiera advertido que el trono estaba vacío. La presidenta se desentiende, su futuro vicepresidente intenta recuperar las desmedradas perspectivas de Més. Uno lucha por sobrevivir, otra aspira a sobrevivir sin lucha. Las cuentas no salen. Continuarán.
