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Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

El amor a los demás

Un filántropo es un ciudadano que paga sus impuestos, un vecino que detesta molestar, un compañero de trabajo que cumple y ayuda en lo que puede, un empresario que ofrece condiciones laborales dignas y paga lo que es justo; en general, una persona que, entre el bien y el mal de los demás, tiende a elegir el bien.

La tradición católica exige para la caridad que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, algo que ha beneficiado mucho a la Iglesia como intermediador de ricos y pobres que gestiona las buenas obras en esta tierra que tan poco le importa y tiene llena de bienes materiales. "Dios te lo pague" equivale a "no te lo va a agradecer ni dios". De la gratitud humana hablan 9 leprosos por Cristo.

Los protestantes no tienen santos en su Cielo y han inventado a los filántropos para la Tierra, personas que se elevan a sus propios altares escribiendo su nombre en hospitales, aulas y fundaciones (que desgravan impuestos, allí y aquí) y se permiten una vanidad social utilitaria y también la de sentirse un individuo-Estado que decide qué es bueno para los otros.

El discurso de la filantropía ha excretado el tópico de "devolverle a la sociedad una parte de lo mucho que me ha dado", en realidad, "de lo mucho que le he extraído". En el mejor de los casos, hace poco más que restaurar el monte explotado exhaustivamente con rellenos y una capa verde. En muchos casos, la vomitiva frase de la devolución es una excusa social para extraer en otra parcela. En su degradación a tópico, se empieza a oír también en algunos candidatos políticos, depredadores de fama, desde la vanidad implícita del "yo, que no necesito hacer esto para nada" y se empeñan en "devolver" como se afanaron en "recibir".

Por favor, no se moleste, está bien así.

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