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Mercè  Marrero

La suerte de besar

Mercè Marrero Fuster

Visibilizar

Dice un amigo que callar lo importante es parecido a no sacar la basura. Acaba siendo insoportable. Contar, visibilizar y normalizar es como una bocanada de aire fresco que todo lo limpia

Escuché a un buen psicólogo decir que es imprescindible decir lo relevante. Lo que remueve el estómago y quema la garganta. Hasta ahí, nada nuevo. Lo que me llamó la atención fue el símil que usó. "Es como la basura de casa. Hay que sacarla porque, de lo contrario, acaba oliendo". Difícil no entender esa comparación. Mostrar las cosas como son, visibilizar la realidad la normaliza y, de ahí a aceptarla e integrarla, hay un paso.

Dos calles más arriba, en una casa con una fachada de marés gris, vivía una señora con un hijo. Una mujer mayor que siempre vestía de negro. La única concesión al color sobresalía del puño de su manga derecha: un pañuelito blanco para los días de frío y de catarro. Sabíamos que tenía un hijo porque nos lo dijo la de la tienda de delante y a ella, la vecina de arriba y a ésta, el tendero del colmado. El chico apenas salía. No acabó el cole, tampoco jugaba en la calle y nadie le invitó a su comunión. Su madre murió y él se trasladó a casa de un familiar que vivía en las afueras. A las pocas semanas, el chaval y su primo comenzaron a salir, a pasear, a disfrutar de un refresco en la plaza, a vivir. La primera persona con discapacidad intelectual que vi. Al principio, los niños disimulábamos al verle pasar. Al cabo de un par de semanas, charlábamos con él de cualquier cosa. Con el tiempo entendí a la madre. Entendí que trató de proteger a su hijo de las posibles miradas de extrañeza. Uno de los grandes logros de la película Campeones es la de visibilizar y normalizar las diferentes capacidades al público masivo. Algo similar sucede con la serie The good doctor. Un médico con autismo que trata de hacerse un hueco en el hospital, entre los profesionales, en su comunidad de vecinos y en la vida en general. Cuando de sensibilizar se trata, bienvenidas sean las series, o lo que sea.

Cada verano coincido con ella en la playa. Una mujer joven que hace topless, se repantiga sobre la toalla y echa sus brazos a los lados de la cabeza. Pelo corto, teñido de rojo, bronceada y, además, le falta un pecho. Cuesta no mirar la cicatriz pero, por como camina y se mueve, seguro que le dan igual las miradas de reojo. Luce una marca con orgullo aparente. Esa seguridad la hace guapa. Mostrar las cosas tal y como son es un bálsamo de tranquilidad, una bocanada de aire fresco. Atribuyo la enseñanza a mi amigo Ángel. Le conocí hace más de 25 años y todos los de la pandilla sabíamos que había algo en él que era diferente. No sabíamos qué era exactamente, pero jamás lo dudamos. Una noche entró en el bar cogido de la mano de otro chico. Alguno dio un respingo de sorpresa, pero fue momentáneo. El viernes siguiente volvimos a quedar y Ángel volvió con su novio. Y el siguiente y el de después. Al cabo de varios años, hablamos de esa noche y le pregunté si estaba nervioso. "Mucho", dijo. "Sabía que si daba el primer paso, el difícil, el que requiere valentía, ya no habría vuelta atrás". Sí, señor, algunos grandes logros comenzaron con pequeños pasos hacia delante.

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