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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

Los españoles ante Julen

La mañana del domingo 27, muy pronto, suena el móvil y escucho la voz entrecortada que me anuncia el hallazgo, el rescate y la muerte de Julen. El niño caído en el pozo. Es la voz de una amiga madrileña, muy poco emocional y de un realismo agotador, que habla llorosa, como jamás la había percibido. Antes, nunca hablamos del pequeño, nunca. Y eso que conversamos varias veces durante los días de angustiosa búsqueda. Pero ahora, mi amiga nada emocional y tan realista, añade que este niño se le había metido en el alma, y, además, en un gesto comunicativo poco frecuente en ella, extiende su dolor al resto de los españoles: "Somos así, Norberto, así. Capaces de coincidir en un objetivo emocionalmente llamativo, impactante, justo, e incapaces de conjugar nuestras intenciones en otros casos de mayores consecuencias sociales. Somos así, capaces e incapaces", y solloza. Cuando acabamos la conversación, quedo sentado al borde de la cama sin saber exactamente qué hacer, soy incapaz de reaccionar. Pero me emociona que mi amiga esté tan afectada, pero casi más que haya hecho tal reflexión. Porque estoy del todo de acuerdo: tan capaces y tan incapaces. Tan admirables en un momento y tan detestables en otros. Diría Ignacio de Loyola que estamos sometidos a dos espíritus interiores: el espíritu del amor y el espíritu del egoísmo. Que nos dominan y convierten en campo de batalla.

Pero esta misma tarde en que escribo este artículo, hablo con otra persona, en este caso masculina, que me dice estas palabras: "Vaya por Dios, por fin hemos acabado con esta dramatización de una desgracia puntual", sin mayor preocupación, muy en su línea argumentativa y científica. Es una reacción estrictamente intelectual y además mediáticamente impoluta: todos los implicados en la dramatización, los medios sobre todo, una vez acabada la sorpresa y la interrogación pertinente, optan por el silencio. A no ser que comencemos a dramatizar la investigación policial y la autopsia médica, ya sin Julen. Habrá que esperar a los acontecimientos. Tan capaces como incapaces somos superados por esa frialdad a que nos ha conducido la civilización tecnológica del egoísmo. Del me gusta o no me gusta. Del me interesa o no me interesa. Del relativismo más empedernido y el olvido de la emocionalidad humana. Dentro de algunos años, lloraremos la situación creada por las máquinas que tanto nos seducen. Y es que las máquinas, por inteligentes que sean, nunca serán humanas, sensibles, emocionales. Las máquinas maquinan, pero nunca amarán.

En este conflicto entre capacidad de reacción ante un hecho puntual y la incapacidad de reflexión ante situaciones más relevantes socialmente, además de nunca superadas, el pueblo llano y sencillo, sí, ese que lee revistas del corazón y sucesos calamitosos con intereses que criticamos desde nuestra inteligencia fría y dura, ese pueblo mantiene una capacidad innata para permanecer fiel a los acontecimientos más hondos de los seres humanos: los del corazón, como han demostrado esas mujeres que día y día se han dedicado a preparar comida y bebida para cuantos trabajan en el rescate. Ese pueblo fascinante de mineros y guardias civiles determinando en el rostro escondido, dolorido y puede que culpabilizado, del padre, y en el silencio tan abrumador de su esposa. Permítanme que escriba "el pueblo llano de España", de todos los lugares de España. De cualquier zona del mundo. Porque el pueblo llano ama sin prejuicios racionales, desde su cultura popular a la que criticamos de perfil, es el pueblo al que hablaba Jesús en aquel tiempo?

Pero es que, además, esta inmersión y su correspondiente desinmersión, esconden un espíritu cainita de altos vuelos. Estos mismos días ya se oyen voces que señalan al padre, que persiguen al responsable del pozo, que dejan caer la incompetencia de los tecnólogos acumulados junto al niños perdido y hallado. Y como ya he escrito, olfatean en torno a los datos de la autopsia. Y ese pueblo que ha demostrado tanto amor, probablemente seguirá la estela dramática elaborada durante días. Y quienes alimentan su emocionalidad, a buen precio, aumentarán la presión hasta la saciedad. Ahora vamos a ver mucho mejor la catadura moral de los instrumentos mediáticos. Ahora comprobaremos si el drama da lugar a la carroña. Ahora sabremos qué medios tienen alma y quienes se dedican a destrozar sin más.

Todos los pueblos tienen su naturaleza histórica. Los españoles también. Generosidad y heroicidad se dan la mano con la frialdad, con el olvido. Julen nos lo recuerda. Pero Julen, pienso, ya es feliz.

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