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Antonio Papell

Cataluña: nacionalismo fracturado

El pasado sábado, 2.500 personas (de los 4.000 inscritos) atendieron los deseos de Puigdemont y constituyeron La Crida, el partido que pretende ser el receptáculo de todas las sensibilidades independentistas -¿una especie de movimiento nacional?-, al que se han apuntado los perdedores de la refundación convergente que desembocó en el PDeCAT pero también una parte de los que actualmente controlan el poder institucional y ven que la formación posconvergente está muy deteriorada. Heredero del viejo pujolismo, el nacionalismo conservador catalán se camufla hoy en la transversalidad para reclamar la hegemonía.

Por una parte, la Crida, que será controlada por su presidente Jordi Sánchez (expresidente de la ANC y actual diputado de JxCat) y que había de reunir a más de un millón de afiliados según la vehemente pretensión de Puigdemont, no está siendo bien vista por una parte relevante del PDeCAT, por lo que la fusión/absorción de ambas organizaciones no es clara todavía (ni siquiera cabe descartar aún que la Crida, que se ha registrado como partido y como asociación, se presente a las elecciones en competencia con el PDeCAT).

Por otra parte, ERC rechaza claramente incorporarse al engendro, de forma que la estrategia ideada por Artur Mas en 2015 con la formación de Junts pel sí, una candidatura conjunta con ERC para disimular el declive de los herederos de CDC, no va a realizarse esta vez. El candidato de ERC al ayuntamiento de Barcelona, Ernest Maragall, a quien favorecen todas las encuestas, ha dicho ya con claridad que la unidad del nacionalismo habrá de buscarse al día siguiente de las elecciones pero no antes. Fuentes de ERC han afirmado que la Crida es una "opa hostil" y una "falsa llamada a la unidad" que en realidad no es sino "un chantaje emocional del mundo posconvergente cuando son conscientes de su declive".

La ponencia política de la Crida es radical, y contempla tanto la posibilidad de incurrir en desobediencia como de utilizar la vía unilateral para forzar la secesión. Se dice, entre otras cosas, que en el cumplimiento del "mandato del 1-O", pueden producirse "colisiones de obediencias" que pueden derivar en "situaciones consideradas por algún tribunal como desobediencia al Estado y por tanto perseguibles judicialmente". En otro lugar, se afirma que "hay que asumir desde la ciudadanía caminos de desobediencia pacífica y protesta cívica como posibles aceleradores de una solución democrática al conflicto y como generadores de nuevas oportunidades para ejercer la soberanía".

Es conocido que Junqueras, actualmente en prisión y en espera de juicio, va por otro camino. El independentismo que mantiene está siendo encauzado por vías más pragmáticas, que básicamente consisten en ampliar la base social dentro de la legalidad, sin rupturas unilaterales ni previsión de fechas. El distanciamiento entre Junqueras y Puigdemont, que se acentuó al marcharse este de España sin prevenir a aquel, se ha agravado últimamente; el director de La Vanguardia explicaba recientemente que la esposa de Junqueras, Neus Bramona, ha dicho hace poco que su marido prefirió quedarse al lado de la gente a exiliarse. Junqueras, por su parte, ha ratificado la idea en declaraciones a Le Figaro y ha hecho llegar a los medios que "quiere seguir los dictámenes de una democracia plural y una sociedad diversa y heterogénea como es Cataluña". En definitiva, Junqueras desea abandonar la belicosidad de sus compañeros de viaje pospujolistas y embarcarse en una operación exclusivamente política en la que el primer elemento que debe ser tenido en cuenta es la pluralidad catalana. Una pluralidad en la que la existencia de dos hemisferios equivalentes en magnitud impide por ahora cualquier tentativa de un cambio del statu quo, que supondría la victoria de una mitad de los catalanes sobre la otra mitad.

ERC fue copartícipe en el proceso que condujo al 1-O y que incluyó la flagrante y reiterada vulneración de la legalidad constitucional, de forma que no tendrá más remedio que afrontar sus propias responsabilidades; de cualquier modo, todo indica que, de cara al futuro, aquella agregación irracional de fuerzas heterogéneas -los dos nacionalismos y la CUP- no volverá a reiterarse. Es una evidencia que debe iluminar los derroteros futuros del conflicto, incluida la vista oral que está a punto de comenzar.

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