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El nieto Errejón

íñigo Errejón no es el muchacho que todas las madres querrían para sus hijas, sino el nieto preferido de las abuelas. Pasaremos por alto los motivos políticos que han empujado al candidato a separarse de Podemos y a entregar su acta de diputado. Son minucias que valen para otro artículo. Aquí lo importante y digno de ser celebrado es que Errejón ha encontrado al fin a su abuela, y esa abuela es Manuela Carmena, mujer entrañable donde las haya. Errejón, y eso él no lo confesará nunca, no necesitaba más que una abuela cariñosa que escuchara sus dudas y sus perplejidades. Por supuesto, sin olvidar que al fin se ha liberado de la sombra alargada de su colega Pablo Iglesias. Errejón, con esa cara de niño despierto y bueno, no puede ocultar, si uno lo observa con cierta atención, la velocidad endiablada de su pensamiento.

Se le nota que piensa rápido, incluso acelerado. Necesitaba como el pan una abuela política, alguien bondadoso en quien confiar sus zozobras. Nada tan enternecedor -y no vean aquí ni por asomo ironía o sarcasmo- que ver juntos a una abuela con su nieto. Hay individuos que, a pesar de ser padres, nunca dejarán de ser hijos y vivirán a la sombra de sus progenitores y de su descendencia. Un efecto sándwich muy curioso. El caso que nos ocupa, el de Íñigo Errejón, que tiene que soportar estoicamente toda clase de comparaciones que tratan de ridiculizarlo, es un caso clásico de individuo-nieto. Siempre tendrá cara y aspecto de nieto. Parodiado como Milhouse, el niño miope amigo de Bart Simpson, el nuevo y repentino candidato de Más Madrid es el nieto ejemplar que todas las abuelas estarían encantadas de tener los domingos en casa. Errejón trae bombones a Manuela Carmena y tras el cocido, ambos conversan sobre la capital y la comunidad. Madrid es una ciudad de grandes abuelos alcaldes. Recordemos a Tierno Galván, que también hacía muy buenas migas con la juventud. Unos jóvenes, los de aquellos 80, que también se sintieron nietos del viejo profesor y que además les hablaba en latín. La juventud necesita abuelos. Y cuando murió Tierno, miles y miles de nietos salieron a la calle para acompañar el féretro del abuelo Tierno en su último viaje. De Madrid al cielo y tira millas. Madrid es una ciudad joven que cuenta con ancianos joviales. Será por la altura, el frío seco y los aires benéficos de la sierra. Sí, a pesar de la contaminación reinante, he comprobado que los viejos madrileños se conservan muy bien, son decididos y de verbo claro, preciso y concluyente.

Durante estos días estoy leyendo el magnífico e instructivo libro de Andrés Trapiello sobre el Rastro, y en el acto se me presentan paseando del brazo por la plaza de Cascorro Manuela Carmena e Íñigo Errejón, abuela y nieto, nieto y abuela. Evocador tándem. Una asociación que, personalmente, me colma de ternura. Los abuelos son necesarios, aunque sean políticos. La sabiduría del anciano puede casar muy bien con el nervio del joven. Errejón buscaba una guía y la ha encontrado en la veterana doña Manuela. De vez en cuando pienso en mis abuelos desaparecidos y trato de rescatar alguna frase lapidaria, algún consejo. Entiendo lo que le pasa a Errejón.

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