El vicepresidente y consejero delegado de Meliá Hotels International, Gabriel Escarrer, afirma que este es un momento para "aspirar a crecimientos de visitantes muy limitados, de hasta el 1%, y apostar por elevar el gasto". La frase la dijo el hombre fuerte y heredero del fundador del emporio hotelero mallorquín en una entrevista publicada el pasado domingo por El País.

En el mismo periódico arremete contra el alquiler vacacional: "Entre 2014 y 2017 la oferta reglada apenas ha crecido un 3% y el aumento de turistas ha sido del 25%; hemos creado más planta ilegal de alojamientos que reglada". Aporta un dato referido a Balears que quizás no comparta la consellera de Turismo, Bel Busquets, pero que de ser cierto deja en muy mal lugar la capacidad inspectora del Govern: "En Balears el 90% de la oferta de muchos portales [de internet] es ilegal".

Otro factor al que atribuye Escarrer la turismofobia es la eclosión de los cruceros. Lamenta que no se hayan controlado a tiempo los excesos que llegan por mar ni los que se escapan de la oferta reglada.

Resulta curiosa la coincidencia del análisis global entre el empresario turístico más importante de las islas y el Ejecutivo de izquierdas y nacionalista que las gobierna. En la entrevista no se le pregunta sobre la ecotasa, pero el empresario ha dejado clara su posición en Fitur al calificarla de "ecofarsa". No se podía esperar otra cosa. Los hoteleros que la pagan en medio mundo nunca aceptarán que Balears les birle una parte de sus pingües beneficios.

Gabriel Escarrer se niega a aceptar que nos encontremos ante "peores perspectivas" y se limita a reconocer que se vuelve a una "situación de estabilidad". Califica de "insostenible" que en cinco años España haya pasado de 60 a 82 millones de visitantes y aplaude que el año pasado el turismo extranjero creciera apenas el 0,8% mientras que los ingresos lo hacían un 3%. Otra coincidencia con socialistas y nacionalistas de Balears.

El Govern, con Francina Armengol a la cabeza, lleva meses explicando que después de años de récord es lógico que se produzca un frenazo e incluso un cierto descenso en la llegada de visitantes. No olvidemos que estamos en pleno periodo de incertidumbre con respecto al Brexit y que, además, los destinos competidores se recuperan después de largo tiempo en estado de shock a causa del terrorismo y los avatares políticos que han padecido. Lo hacen, además, tirando precios. Una estrategia en la que Mallorca no quiere ni debe caer después de casi una década invirtiendo en la mejora de sus alojamientos.

Turismo se obsesionó desde el principio de legislatura, cuando Biel Barceló aún era conseller, con la regulación del alquiler turístico. Para satisfacción de los hoteleros y enfado manifiesto de los propietarios y comercializadores representados por Aptur, algunos ayuntamientos como Palma han apostado por un crecimiento cero.

En el fondo, la política turística no permite muchas veleidades. Reimplantar la ecotasa y duplicar su precio un año después no ha generado ni una décima parte del rechazo empresarial generado durante el primer Govern de Francesc Antich. Hoy ningún hotelero amenaza al conseller del ramo con advertencias como la dirigida a Celestí Alomar: "Nunca encontrarás trabajo".

Escarrer ha apostado fuerte, y parece que de momento le sale bien, con un cambio radical en Magaluf. Habrá al menos que escucharle cuando sostiene que los retos del futuro son mejorar la promoción, la reconversión de destinos pioneros, la digitalización, las mejoras laborales, la cooperación público-privada y minimizar tasas y presión fiscal.