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Antonio Papell

Puigdemont dispara a discreción

Como es conocido, Carles Puigdemont ha presentado por sorpresa un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional contra el presidente del Parlament, Roger Torrent, de ERC, y la Mesa de la Cámara catalana. La demanda está relacionada con la decisión adoptada por la Mesa el 9 de octubre del año pasado, con los votos de ERC y el PSC, de retirar la delegación de voto al expresidente de la Generalitat, quien se resiste a asumir su suspensión como diputado decretada por el Tribunal Supremo; si esta medida no hubiera sido adoptada, se hubiese generado una ilegalidad que el Estado no hubiera podido admitir y que hubiera conducido antes o después a la aplicación excepcional del artículo 155 de la Constitución para restaurar el imperio de la ley. Según el recurso interpuesto por el fugado, la Mesa no tiene competencias para la retirada de la delegación de voto. El expresident considera además que el órgano parlamentario vulneró sus derechos como diputado.

El recurso de Puigdemont es en cualquier caso una manifiesta bofetada a ERC, que se ha negado a proseguir por la vía del desafío al Estado y, aunque a regañadientes, respeta la normativa vigente para que no empeore la situación procesal de sus presos -su líder, Junqueras, está en prisión- y para evitar que Madrid disponga de argumentos que pudieran provocar una nueva intervención de la autonomía. Como han señalado algunos analistas, el gesto de Puigdemont es una forma de llamar traidores a las gentes de Esquerra, con Torrent en primer lugar, y un aviso a navegantes sobre las consecuencias que podría tener en el mundo independentista cualquier condescendencia constitucionalista en el curso de la vista oral por el procés que comienza el mes próximo en el Tribunal Supremo.

Sucede sin embargo que el recurso es una gran incoherencia por parte del estrafalario Puigdemont, endiosado y descolocado a la vez. Como ha recordado toda la prensa, Puigdemont ha proferido improperios contra el Tribunal Constitucional en numerosas ocasiones. El exalcalde de Girona ha dicho que tal organismo "está deslegitimado, desprestigiado y politizado", además de "conchabado con el Gobierno". ¿Cómo es posible que un caudillo tan intachable y riguroso como Puigdemont cometa la torpeza de encomendarse a semejante engendro?

Los sectores neoconvergentes, más o menos afines a Puigdemont, han afirmado que se trata de un recurso meramente "técnico" que resultaría imprescindible como paso previo si Puigdemont decidiese llevar la cuestión de su suspensión como diputado al Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, pero las cosas no son de este modo: el Tribunal Constitucional ya ha aceptado a trámite un recurso semejante presentado por todos los afectados por aquella suspensión, de forma que ya es posible acudir a la jurisdicción europea, al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, que en efecto exige que previamente se haya recorrido toda la escala procesal en el país de origen. En definitiva, los pretextos son simples excusas y la realidad es la que es.

En el fondo, lo que sucede es que Puigdemont teme que, de un modo u otro, las fuerzas independentistas, con Esquerra Republicana a la cabeza, terminen negociando con el Gobierno de la nación, con las fuerzas estatales, una solución al conflicto, una vez que se aclare el horizonte penal de los encausados. En este supuesto, que se basaría en un proceso de reforma del Estatuto y quién sabe si también de algunos aspectos de la Constitución, el horizonte personal de Puigdemont quedaría absolutamente en el aire, ya que si regresara a España sería inmediatamente detenido y no se beneficiaría de las hipotéticas medidas de gracia que, a posteriori, pudieran coronar el entendimiento entre Madrid y Barcelona. El declive del protagonismo del huido de la Justicia es inexorable, y tan sólo se desaceleraría si se mantiene intacta la tensión entre el soberanismo y las instituciones. Por eso, el voluble y pintoresco personaje de Waterloo pondrá todos los palos que tenga a mano en las ruedas del camino hacia la distensión y la paz en Cataluña.

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