En los últimos meses se vienen publicando, en diferentes medios de comunicación, artículos sobre la problemática existente en la protección de mares y océanos. Las presiones a las que se han visto sometidos en las últimas décadas, unidas al Cambio Climático - que también tiene el sello humano, por desgracia- hace que la biodiversidad marina corra un serio peligro. Estas amenazas no son futuras ni se verán próximamente, sino que son reales y están sucediendo en la actualidad e inclusive, desde hace bastante tiempo, aunque a algunos todavía les surge el negacionismo propiciado por unos pocos. Un reciente estudio científico (Desforges et. al, 2018), publicado en la revista Science, nos indica que se producirá una disminución del 50% de las orcas durante este siglo señalando una posible extinción de la especie en un futuro, todo ello relacionado con un grupo de productos químicos conocidos como PCBs (bifenilos policlorados). Este compuesto fue utilizado en dispositivos eléctricos (transformadores y condensadores), aunque prohibido desde hace cuatro décadas, aún se vislumbran los efectos de su uso (de 1929 hasta 1976) los cuales ponen en serio peligro a una de las especies más importantes de nuestros mares y océanos, debido a su posición en la cadena trófica (alimentaria).

La ciencia nos ofrece el camino para poder establecer todo un sistema de protección, basado en criterios de eficacia y eficiencia sostenible, hacia los recursos naturales, los cuales podrían marcar la diferencia, sin embargo, parece que los resultados científicos pasan inadvertidos cuando han de ser incorporados a los modelos de protección que el legislador debe de configurar. Recientemente, leíamos los resultados de otro estudio (Ruiz-Orejon et al., 2018) que demuestra la existencia de altas concentraciones de residuos plásticos flotantes en aguas superficiales de nuestras islas, con la casuística que en Ibiza se detectaron mayores concentraciones que en el resto del territorio (casi un 30% más), especialmente de microplásticos (elegida palabra del año 2018 por la Fundación BBVA). De este estudio se hicieron eco diferentes medios de comunicación de las Pitiusas, sin embargo, obviaron una de las conclusiones que podría ser más relevante, la necesidad de promover la gestión eficiente del medio marino, en base a lo que marca la normativa comunitaria la cual establece que, para el año 2020 se deben de lograr los objetivos planteados a través de las denominadas Estrategias Marinas.

Con todo ello, y como medida para incorporar a futuras configuraciones normativas, debería primar la idea de establecer un modelo de educación ambiental dentro de los planes de estudio de los diferentes ciclos, teniendo en cuenta que se encuentran incorporadas medidas tendentes a educar en sostenibilidad, de forma transversal. No obstante, una apuesta decidida por la incorporación de un verdadero bloque de educación en sostenibilidad es necesaria para poder establecer mecanismos que puedan hacer frente a tan grave situación a la que se encuentran los ecosistemas marinos.

Tristemente y, observando las últimas noticias -nada alentadoras- que nos llegaban a través del último informe de expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Informe especial del IPCC de las Naciones Unidas sobre los impactos del calentamiento del planeta, 2018) en el que informaban del aumento de las temperaturas y sus posibles consecuencias y, que a la vez, reclamaba la ayuda necesaria para evitar daños graves irreparables sobre nuestro planeta, ante ello es necesaria toda una revolución ambiental. Como apuntó el maestro Martín Mateo (2003), el Derecho ambiental y la sostenibilidad debe ocupar un lugar preferente en la elaboración de normas y en la toma de decisiones, pero además lo ha de hacer desde una perspectiva ecosistémica, pues no podemos olvidar que todas las especies se encuentran conectadas. En la actualidad, una de esas especies es la que supone la principal amenaza para nuestros mares y océanos, e inclusive, para el planeta, y no es otra que la humana. Ha llegado el momento de impulsar un verdadero cambio por el bien de mares y océanos, la naturaleza y el propio planeta.