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Evitar la confrontación civil

Maduro es un sátrapa que orilló la contrariedad de que el Parlamento electo estuviera en manos de la oposición auspiciando con malas artes otro, con el pretexto sin contraste constitucional de formar una asamblea constituyente. Maduro es ahora, probablemente, un presidente ilegítimo porque no ha sido entronizado por el Parlamento legítimo y porque las elecciones en que resultó reelegido estuvieron cargadas de burdas irregularidades. Maduro es un personaje abyecto porque no ha antepuesto a sus intereses los de un pueblo golpeado, arruinado, famélico, en desbandada por América del Sur para salir de la escasez, de la hiperinflación, del hambre física, de la desolación moral.

Estas situaciones no tienen nunca una solución positiva. Ni el golpe de Estado militar, difícil en este caso porque la milicia ha sido convenientemente corrompida, es un desenlace plausible, ni un golpe civil como el que se ha producido encauzará seguramente un desenlace tranquilizador. El hecho de que Trump y Bolsonaro hayan salido a respaldar al autoproclamado Guaidó es tan intranquilizador como el de que cubanos y nicaragüenses apoyen a Maduro. De momento, lo único claro, y así lo ha subrayado la Alta Representante Europea para Política Exterior, Federica Mogherini, es la legitimidad de la Asamblea Nacional de Venezuela, a la que deberían plegarse tanto Maduro como Guaidó. Sólo unas elecciones auspiciadas y validadas por el poder legislativo elegido democráticamente pueden sacar a Venezuela del atolladero evitando la confrontación civil.

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