El 27 de febrero de 1919 se estrenó en Londres una de las obras más populares de la música clásica de todo el siglo XX: la suite orquestal The Planets, del compositor inglés Gustav Holst (1874-1934), una obra de siete movimientos inspirada en los cuerpos celestes del Sistema Solar. Desde su estreno se convirtió en una de las obras de mayor popularidad y a la vez influyentes de la historia de la música por su audacia, brillantez, inspiración y originalidad. Hasta el estreno del film 2001 de Stanley Kubrick (1968) es difícil hallar un referente de este carácter que haya tenido tanta trascendencia en la cultura popular de Occidente.

Lo que pocos saben es que la gestación de esta obra clave de la música occidental se inició en Mallorca, entre marzo y abril de 1913, durante unas vacaciones que el compositor se tomó en la isla a instancia de un amigo suyo, el escritor y periodista Clifford Bax (1886-1962), buscando ideas e inspiración después del fracaso de su última obra, la fantasía coral The Cloud Messenger, y la subsiguiente crisis compositiva y personal del autor. En la isla Holst pasó varias semanas y entró en contacto con un grupo de artistas ingleses; con ellos se aficionó a observar el firmamento y abundó en un tema que le apasionaba: la astrología, que complementaba sus creencias teosóficas y místicas de carácter orientalizante. Como referencia usó obras de su contemporáneo Alan Leo (1860-1917), padre de la astrología moderna, para reafirmar sus propias ideas.

A raíz de su estancia y la observación de los astros desde el cielo mallorquín, Holst concibió la composición de una obra musical basada en los planetas del sistema solar según una interpretación muy libre y personal. El concepto de la obra naciente fue más astrológico que astronómico: abarcaría siete de los planetas del Sistema Solar; no incluía la Tierra ni el Sol, así como ninguno de los satélites de los diferentes planetas. Tampoco Plutón (no fue descubierto hasta 1930), que el compositor desestimó añadir a la obra cuando fue descubierto. Aunque el nombre y el subtítulo de cada movimiento se basa en las deidades grecorromanas que dieron nombre a cada uno de los planetas, en realidad el desarrollo de cada uno está basado en las ideas y emociones que la astrología le sugirieron.

Iniciada su concepción en Mallorca, Holst compuso la obra entre 1914 y 1916 con siete movimientos, por este orden: Marte, Venus, Mercurio, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno (que juzgó como musicalmente más apropiado). Curiosamente la única pieza que acabó antes del estallido de la Primera Guerra Mundial fue Marte, cruda descripción de la guerra, unas semanas antes de su estallido y cuya proximidad, que todos daban por inminente, fue inspiración más poderosa que su declaración y desarrollo posterior. La compuso inicialmente para piano a cuatro manos (a excepción de Neptuno, para órgano) y luego la arregló para orquesta con una extraordinaria dosis de audacia, colorido e imaginación, bebiendo de contemporáneos como Igor Stravinski, Claude Debussy y Arnold Schoenberg, sin perder de vista a referencias consolidadas como Nikolai Rimski-Korsakov y Alexander Glazunov.

Por culpa de la guerra la obra no pudo estrenarse y solo se escuchó en audición privada el 29 de septiembre de 1918, en el Queen's Hall de Londres (poco antes del final del conflicto), previa invitación y sin apenas ensayar (solo dos horas antes de la ejecución). No fue hasta el mencionado 27 de febrero de 1919 que The Planets se estrenó públicamente, con cinco de sus siete movimientos: Marte, Mercurio, Saturno, Urano y Júpiter (en este orden, no el dispuesto por el autor, y faltando Venus y Neptuno). En ejecuciones posteriores se siguió interpretando la obra parcialmente y acabando siempre con Júpiter, el planeta más brillante, para darle un final feliz -eran tiempos de posguerra-, algo que nunca gustó al compositor (él mismo dijo "en el mundo real el final no es feliz"). No fue hasta 1920 que se escuchó la obra completa y en el orden establecido por el compositor. La audacia y originalidad de la Suite ayudó a que fuera un éxito de público y crítica inmediato a nivel mundial. Su trascendencia en la cultura popular fue enorme desde el inicio; cabe destacar el himno patriótico I vow to Thee, my Country (1921), extraído de la sección central de Júpiter, que se convirtió en uno de los más sentidos en la memoria colectiva británica.

Actualmente The Planets sigue siendo la obra más popular de Gustav Holst, aunque el compositor no la contaba entre sus mejores creaciones, e incluso se lamentaba de que eclipsó al resto de sus composiciones. Su génesis se remonta a una corta -pero intensa y fructífera- estancia en Mallorca, de la que todavía sabemos más bien poco y cuál fue el alcance real de su influencia, hasta cristalizar como una de las obras más trascendentales de la música contemporánea, de la que ahora se cumple un siglo de su estreno público. Cabe preguntarse por qué no se realza la contribución fundamental de Mallorca a la historia de la música como iniciadora de una obra capital, ni Gustav Holst está presente en nuestra memoria colectiva. Su presencia fue fugaz, pero su huella eterna y trascendental: la música de las esferas.