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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

La cloaca

Decía Hawthorne que si analizamos todas las afortunadas heroicidades de la humanidad, descubriremos esa misma combinación de lo nimio y trivial con lo más noble del júbilo o la pena; que la vida está hecha de mármol y arcilla. Pero si en lugar de indagar en las posibles heroicidades humanas, intentamos esclarecer los hechos de la política y las motivaciones que los amparan, tendremos que concluir que las sustancias con los que están construidos son el oro y la inmundicia. Si focalizamos nuestra atención en España, lo que percibimos a través de la lente es parvo oro y copiosa inmundicia.

Una muestra de lo apuntado son algunos, no todos, de los escenarios en los que ha brillado con luz propia la presencia de un presunto delincuente, ahora encarcelado, conocido por sus chantajes al Estado en pos de su libertad mediante la publicación de grabaciones comprometedoras a numerosas personalidades que, según sus propias consideraciones, podrían desestabilizarlo. Me refiero, obviamente, al comisario Villarejo, el que valiéndose del Estado, de sus medios, de sus secretos, de las miserias que rezuman de la voluntad de poder de los que son en teoría sus más altos servidores, de la corrupción que anida siempre a la sombra del poder político, cual comisario Midas, ha transformado la mierda del poder en el oro de su patrimonio personal. La pregunta sin respuesta hasta ahora es cómo es posible que lo más zafio e inmoral de la clase funcionarial pueda colarse en lo más alto del poder de un Estado que ha sido gobernado por el PSOE y el PP; digamos, es un decir, por la izquierda y por la derecha. Solamente puede aventurarse una: por la incompetencia, inmoralidad o la ambición de sus dirigentes, que han dimitido de sus propias responsabilidades fiándolo todo al Mefistófeles que asegura el poder pero que siempre se cobra el alma. Es increíble la ingenuidad con la que, a la sombra del poder, algunos negocian con el mal sin apercibirse lo más mínimo del importe final de la factura.

Una de las primeras entregas del chantaje fue la transcripción de unas declaraciones de Corinna en presencia de Villarejo, en las que relataba conversaciones con el rey emérito en las que le reprochaba el cobro de comisiones por los contratos en Arabia Saudita. Curiosamente, la justicia nada ha investigado a resultas de que la interpretación de la inviolabilidad constitucional del jefe de Estado afecta a cualquiera de sus actividades, incluidas aquellas que nada tienen que ver con su funciones como tal. También la creación de noticias falsas que comprometieran a dirigentes independentistas catalanes. Pero centrémonos en algunas de las posteriores. Como se dice que no hay mal que por bien no venga o bien que a veces Dios escribe con renglones torcidos, quizá su alumbramiento nos permitirá, la esperanza nunca se pierde, taponar las vías de agua abiertas en el corazón del funcionamiento de nuestro sistema político y económico. El Estado democrático demuestra su fortaleza sobreponiéndose, mal que bien, a los embates de las fuerzas del mal.

La conocida como operación Kitchen emprendida por la llamada brigada patriótica, participada por Villarejo, fue la delictiva maniobra impulsada por el gobierno de Rajoy para hacerse con las pruebas en poder de Bárcenas que podían inculpar a la cúpula del PP por financiación ilegal del partido y en el cobro de sobresueldos procedentes de las comisiones pagadas por empresarios por adjudicaciones de las administraciones públicas, algunas de ellas contempladas en el proceso de la trama Gürtel. Se robaron documentos a Bárcenas mediante el pago a cargo de los fondos reservados a su chófer (2.000 euros al mes) y adjudicándole ilegalmente una plaza como funcionario público. Mediante la persona de un criminal se secuestró a la mujer y un hijo de Bárcenas en su domicilio en busca de más documentación comprometedora. Estos delitos, imposibles de cometer sin la anuencia del ministro y del propio Rajoy, son de una gravedad extraordinaria. El Watergate de Nixon se llevó a cabo por delincuentes para preservarle del acoso de los demócratas. La operación Kitchen para tapar la corrupción del PP fue realizada por funcionarios públicos pagados con los impuestos de todos los ciudadanos. Ninguna responsabilidad ha sido asumida, ni por Rajoy, refugiado en su registro de la propiedad en Madrid, ni por Fernández Díaz, en paradero desconocido, ni por Ignacio Cosidó, directo superior de la brigada patriótica (el patriotismo, refugio de los canallas) y responsable directo de todo el entramado; sigue como si nada, galleando de demócrata opositor al gobierno socialista presidiendo el grupo parlamentario del PP en el Senado. Casado y adláteres podrán chulear de juventud, no de compromiso con la transparencia y la verdad.

La operación Tándem impulsada por el expresidente del BBVA, Francisco González, otro pecio de los gobiernos del intocable Aznar, fue dirigida por Villarejo tras su contratación por el BBVA por cerca de 700.000 euros de sus accionistas, consistió en el espionaje ilegal de cerca de 15.000 conversaciones de de la Vega, Miguel Sebastián, Luís del Rivero, presidente de Sacyr, Juan Abelló, etc., para desmontar la operación de Zapatero para descabalgar a González. No se descartó nada, ni el acoso a Sebastián dada su condición homosexual. Una muestra de la falta de escrúpulos de las élites bancarias. Hace años, en estas páginas, aludí a la condición satánica de González. Me quedé corto.

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