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Pedro De Silva

Blasfemos con licencia

Con Jair Bolsonaro ha vuelto Dios al primer plano de la gran política, pero en realidad nunca se había ido, siempre ha estado ahí, unido a la patria, bandería o banda que lo invoca. ¿Es Dios culpable?, ¿por qué nunca hace nada para denunciar a sus manipuladores? Quizás lo haya hecho, y no haya que culpar a Dios más de lo justo: la historia está llena de gigantescas derrotas, de miles y millones de muertos, la mayor parte inocentes, sufridos por las patrias que convocaban a Dios y lo ponían al frente de los ejércitos. El problema está en que esos militantes del Dios en armas no aprenden nunca, o no les interesa, visto el botín de la apropiación: haces tuyo y sólo tuyo a Dios y con ese tuteo te conviertes en su colega, socio, administrador, lugarteniente. Además, en el fondo, los convocantes de Dios son ateos: lo hacen porque saben que no puede defenderse ("alevosía", en jerga penal).

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