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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

La izquierda renuncia a Palma

Diríase que PSOE y Més han dado por perdida la batalla de Palma. José Hila y el actual alcalde, Antoni Noguera, no son contrincantes reconocibles ante la potencia del general Coll y el exalcalde Isern

Palma concentra la mitad de los habitantes de Mallorca. Son casi medio millón los censados en la capital de Balears. Octava ciudad de España por población, es una de las plazas apetecible para ser conquistada en las elecciones del último domingo de mayo. La derecha ha entendido que Ciutat es la batalla que hay que librar con la entera panoplia del arsenal disponible. La extrema derecha, que exulta confianza, adobada de descaro, ha hecho una apuesta decisiva al presentar al exjefe del Estado Mayor del Ejercito, teniente general en la reserva Fulgencio Coll. El disminuido y atribulado PP se ha desecho sin contemplaciones del peso muerto que era Marga Durán, su inexistente portavoz en Cort, y ha optado por rescatar a Mateo Isern, de notable visibilidad. Los ditirambos y elogios del exalcalde al general de Vox anticipan lo evidente: entre ellos habrá pacto si obtienen las concejalías necesarias contando con Ciudadanos. Con los de Rivera, sin candidato reconocible, será tragicómico asistir a su acreditado contorsionismo para hacer ver que no pacta con Vox sino con el PP en Cort, pero acordando necesariamente con el partido del nacional catolicismo. Receta andaluza.

Ante la fuerza que exhibe la derecha, qué propone la izquierda gobernante para Palma. Poco. Precisemos: nada. Del fracaso del alcalde Noguera queda por constatar si se le sepultará políticamente junto al pedrusco de Sa Faixina, el mamotreto franquista que no ha sido capaz de derribar. Centrémonos en el PSOE, del que podía esperararse razonablemente algo más atractivo de lo que ofrece. J osé Hila, alcalde de medio mandato, es un político plano, posiblemente un adecuado y eficiente subalterno, persona decente, poco dada al exabrupto y a la bronca, lo que es de agradecer en los atribulados tiempos que corren. No es el líder que la izquierda requiere cuando la confrontación con la derecha alcanza la intensidad que no ha existido en las décadas precedentes, en el instante en la que se empieza a comparar con la radical polarización que se vivió en los tiempos de la Segunda República. Las derechas van a por todas. Sorprende, en Palma, el desestimiento aparente de las izquierdas. Solo el candidato de Podemos, Alberto Jarabo, y hay que reseñarlo, está hilvanando una larga, intensa e inteligente campaña. Engancha a muchos. El hundimiento de Més y la flojera del PSOE probablemente esterilizarán sus esfuerzos.

¿Por qué los socialistas vuelven a optar por Hila disponiendo de candidatas que sí podrían complicarle las elecciones a las derechas? Dos mujeres, Carmen Orte y Joana Adrover, especialmente la primera, ahora ocupando un alto cargo en Madrid, con una campaña adecuada, reúnen las condiciones para igualar la contienda con los dos machos alfa de Vox y PP. Pero el partido socialista, adoptando una más de las nefastas decisiones que, desde que en la ya lejana década de los ochenta del pasado siglo, cuando Joan March tomó la dirección del partido esterilizándolo casi para lo restos, viene asumiendo, se decanta por José Hila, que, reiterémoslo, por si pervive alguna mácula de duda: no posee fuerza política, empatía ciudadana y capacidad imprescindible para enfrentarse a lo que está por llegar.

Con Hila y el pesado lastre de Noguera no hay forma de que la izquierda disponga de la chance necesaria para parar la acometida. El general Coll ha trastocado todo, absolutamente todo en el campo de la derecha en Palma. En el PP lo temen. La despedida con cajas destempladas de la señora Durán se ha debido a ello. Biel Company, se sabe un pésimo candidato, lastrado tanto en Palma como en Mallorca, donde el hombre de El Pi, Font, obtiene una aceptación con la que no puede soñar. Su nombre resta, no suma al partido, lo contrario de lo que sucedió en la dorada época de Gabriel Cañellas. Entonces las siglas PP eran un efectivo banderín de enganche para las diversas derechas. Hoy lo son de desenganche.

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