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Antonio Papell

Sórdido regreso al pasado

La simple lectura de las condiciones impuestas por Vox a la coalición PP-Ciudadanos que pretenden hacerse con el gobierno de Andalucía produce una impresión sórdida, como de déja vu autoritario, anclada en épocas pretéritas en que este país sesteaba con cierta indolencia en la etapa final de una indecente dictadura. En los 19 vectores impulsados por Vox con ánimo de darse a conocer, no hay un solo signo de grandeza ética ni de modernidad: todo es viejo, está apolillado, huele a rancio, supura fascismo, insinúa opresión, homogeneidad, limpieza étnica, clara misoginia, homofobia a raudales, masculinidad primaria y patriarcal.

El dibujo ya más perfilado nos devuelve a la nación ideada por el franquismo: un Estado unitario y plano, sin diferencias internas, guiado desde el centro con mano firme e intransigente, estructura sin matices un sistema aislado sin influencias externas, con resonancias imperiales que emanan nada menos que de la Reconquista, que puso fin a cualquier rastro de multiculturalismo. La expulsión inhumana de los "ilegales" es la consecuencia lógica de esta visión introspectiva y monocolor, adulterada por ortodoxias inquisitoriales. El modelo educativo dispondría de un 'pin parental' para que los niños no hayan de contagiarse de veleidades constitucionalistas, de las disolventes ideas de tolerancia y respeto que conducen al saludable relativismo moral. Ni puedan adquirir alguna escabrosa información sexual que los haga más libres.

Mientras no exalten la violencia, o ensalcen genocidios o brutalidades fascistas, los partidos de extrema derecha tienen seguramente derecho a existir en nuestro ámbito democrático europeo (lo que no pueden pedir es que encima se les mire con simpatía, cuando ellos derrochan odio al diferente) pero lo que no podemos hacer todos los demás actores que transitamos por lo público -los ciudadanos, los partidos, los grupos sociales, los medios de comunicación- es mostrar indiferencia dolosa ante tales propuestas disolventes, cuyo progreso representaría la quiebra de nuestro modelo avanzado de sociedad. Alemanes y franceses ya han pasado antes por este trago, y ellos han establecido el cordón sanitario que impide a los partidos convencionales, democráticos, formar alianzas con Rassemblement National (antiguo Frente Nacional) o con Alternativa para Alemania.

No se trata de excluir a nadie de la ceremonia política (mientras no delinca ni incite al odio y a la violencia) sino de mostrar en todo momento las diferencias, de aislar al intransigente. De no aceptar sus apoyos si los ofrece ni prestárselos si los solicita.

Resultaría, en fin, inconcebible que PP y Ciudadanos -Ciudadanos no puede mirar ni un minuto más hacia otro lado como si el asunto no fuera con él- gobernasen Andalucía gracias al apoyo positivo de Vox. Hay otras fórmulas de gobernanza que pueden ser exploradas y, en última instancia, en manos de estos partidos está provocar la repetición de las elecciones, p osibilidad que es de suponer aceptaría de buen grado el PSOE de Andalucía.

Todo esto no tiene que ver con la supuesta necesidad de cambio en la región que afirman respetablemente las formaciones conservadoras andaluzas (incluso la que viene de gobernar en la última legislatura y ahora se deshace en denuestos contra el pasado), ni con la continuidad de la izquierda: lo que está en juego es la calidad de la democracia, que no puede prestarse a que una minoría radical y emparentada con el peor populismo, surgida súbitamente por razones complejas que habrá que examinar con gran atención pero que a estos efectos no vienen al caso, sea la que marque, siquiera en parte, los rumbos de una comunidad autónoma.

El PP, que se desangra por la derecha y por la izquierda, es la formación que más se juega en este asunto. El PP decía ayer, después de una segunda reunión con Vox, que "están cediendo", en referencia a que Vox claudicaba en algunas de sus demandas más chirriantes? Por desgracia, ya da lo mismo. Toda la sociedad ya sabe quién es quién y cuáles son las facciones de su verdadero rostro.

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