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De datos y puntos de vista

Anda por ahí un biopic de Elis Regina que, como casi todos los biopics, me provoca sentimientos encontrados. Recelando decepciones e incluso indignaciones, puesta a ver vidas en el cine prefiero personaje del pasado y enfoque próximo a la ficción, tipo Amadeus. En el género, aunque sea de forma inconsciente, se espera un verismo imposible, más propio del documental. Pero si el propio documental no deja de ser la interpretación de un director, basada en la previa y particular selección y ordenamiento de unas imágenes, qué no ocurrirá en una cinta comercial que busque el éxito. El director de Elis, Hugo Prata, además de trazar la vida de la cantante brasileña quiere presentar a los más jóvenes una época muy oscura de aquel país, bajo la dictadura militar, y mostrar lo que suponía ser artista en esas circunstancias; algo especialmente significativo en este momento político. Es muy necesario abrir los ojos a este público criado en tiempos de bonanza y que, a veces, confunde magnitudes en su estimación de la realidad. Aparte la película, siempre nos quedará Elis: la bellísima voz que sonríe, traviesa, junto a Tom Jobim en Aguas de marzo; la voz que estremece, herida, en Inútil paisaje. Y el recuerdo de una mujer poderosa y frágil, que alcanzó el cielo con las manos para morir, en circunstancias no del todo claras, a los 36 años.

Pablo Casado nos trajo la nueva de que el 25% de las agresiones "intrafamiliares" las sufren niños, ancianos y varones. Basándose en ello, y haciendo suyo el postulado de Vox, pretende abolir la Ley de Violencia de Género. Es decir: que, pese a que el 75% de las agresiones que se dan en pareja -vigente o no- las sufren las mujeres, y pese a la realidad indiscutible y cotidiana de los varones espontáneos que, sin relación alguna con su víctima, violan en manada, o violan y matan, pretender controlar ese fenómeno social no es sino fruto de "un cierto feminismo supremacista que impone el discurso de la ideología de género y pretende amordazarnos con su burka ideológico". La cita es de Rocío Monasterio, líder de Vox en Madrid, que hace pocos días posaba en una entrevista como Rosie, la remachadora. Feminista confesa, Monasterio rechaza que hoy día la mujer sea más vulnerable que el hombre; asegura sentirse humillada por las políticas de cuotas ("Debemos lograr las cosas por méritos propios") y denuncia el "hembrismo" que coarta a los jueces y sólo busca subvenciones. Pero, sobre todo, reclama una puesta al día del número de falsas denuncias de maltrato, que las mujeres se inventan y presentan para conseguir ayudas y destrozarles la vida a los hombres: una campaña de los lobbies feministas que tiene "arrodillados" a PP y Ciudadanos.

Monasterio dice leer y admirar a Concepción Arenal, que "defendía la igualdad de las mujeres" ya en el siglo XIX. En efecto. Por eso da escalofríos ver lo poco que de entonces acá hemos avanzado en esta cuestión. El relato El indulto también es del siglo XIX, y obra de otra admiradora de Arenal, la escritora Emilia Pardo Bazán. Su lectura ilustra bien el miedo y la desprotección que, desde hace siglos, millones de españolas han sentido y sienten por el simple hecho de ser mujeres. Negarlo es negar la costra sociocultural que pisamos hoy: una costra ancestral, casi petrificada. Y esto sí que es un dato.

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