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Mercè  Marrero

La suerte de besar

Mercè Marrero Fuster

La palabra del año

Las palabras del año que elige la Fundéu son un resumen certero de nuestra realidad, del estado anímico de nuestra sociedad. "Microplástico" es la elegida del año 2018. Me gusta. Por muchos motivos

La Fundéu da en el clavo. La elección de la palabra del año es un flash certero de nuestro momento social. En 2013 destacó "escrache", "selfi" en 2014 y "refugiado" se llevó el premio el año siguiente. "Populismo" fue la palabra elegida en 2016, "aporofobia" en 2017 y con "microplástico" despedimos 2018.

"Escrache" fue el resultado del hartazgo por la corrupción y las ganas de expresarlo delante de la casa del político de turno. La cansina necesidad de inmortalizar cualquier momento, por banal que este sea o, lo que es peor, por encima de disfrutarlo, nos lleva al "selfi", a fotografiar y a compartir nuestro careto en cualquier circunstancia y situación. De la palabra "refugiado" y casi de manera lógica llegamos a "populismo" que, entre otras cosas, es el resultado del miedo a la diferencia. "Aporofobia", el rechazo a los pobres, es un toque de atención. Nos recuerda el trecho que debemos recorrer si nos queremos definir como una sociedad tolerante. "Microplástico" estalla en nuestra cara para advertirnos de que los resultados de nuestra desidia tienen el tamaño de un virus y se filtran por cualquier rendija. Fonéticamente, "microplástico" no es especialmente atractiva. Es más sugerente la otra finalista "mena" (menor extranjero no acompañado). Basta hacer la prueba y susurrar ambas palabras poniendo morritos y entrecerrando los ojos para saber cuál de las dos da más de sí. Pese a la dureza fonética del término ganador, la elección de 2018 me gusta. Mucho.

Las palabras compuestas son colaborativas. La suma hace la fuerza y juntas son capaces de llegar a más significados. Empezar un nuevo año con filosofía cooperativa es alentador. Comenzarlo poniendo énfasis en lo pequeño, también. Ese prefijo nos recuerda, y perdón por el empalago, que el tamaño importa y que los detalles están en las cosas mínimas. Los barrios, por ejemplo, son más amables cuanto más corta es la distancia entre nuestro domicilio y la farmacia, el colmado, el kiosco o la ferretería. Una mesa para dos, en la esquina de un café, cuanto más pequeña y más facilite la posibilidad del roce, mejor. Igual que el tamaño del frasco de un buen perfume o las raciones que sirven los chef de renombre. Lo esencial, según El principito, es invisible y las relaciones que dan calidad de vida son las cercanas. Las de distancias micro: un amigo, un hermano, un vecino. Hay gestos que apenas son perceptibles, pero significan un todo. En Los puentes de Madison, en la famosa escena del semáforo, la lluvia y la furgoneta, la expresión mínima que confirma que Meryl Streep no va a lanzarse al amor feu no es la mano agarrando la manija del coche o los ojos llorosos. Es su caída de párpados. Sutil. Ligera. Definitiva.

El profesor de biología marina Richard Thompson usó por primera vez el término "microplástico" en un estudio publicado en la revista Science. Todo comenzó al participar como voluntario en una sesión de limpieza de playas. Le llamó la atención que solo se recogieran piezas grandes: redes, bidones o bolsas y que no se atendiera a los miles de pequeños trocitos que reposan sobre la arena. Leo que cada kilómetro cuadrado de océano tiene más de 63.000 fragmentos invisibles. Estamos rodeados. Comemos y bebemos microplásticos. Gracias, Fundeu. Ahora nos toca mover ficha. Aunque ésta sea pequeña.

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