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Vox mil diecinueve

2015 fue el año de Podemos. Ninguna de las encuestas electorales fue capaz de prever el rutilante ascenso de una nueva formación que llegó para quedarse, con más o menos peso, en nuestras instituciones. Lo hizo con un discurso antisistema, que poco a poco ha sido fagocitado por la realidad, que casi siempre acaba imponiéndose. La crisis económica hizo más evidentes que nunca las asignaturas pendientes de una democracia aún joven. Era muy difícil estar en desacuerdo con los diagnósticos que esta nueva formación hacía de los principales problemas del país. Otra cosa eran las soluciones.

Porque apelar a empezar de cero para hacerlo todo mejor es, además de aparentemente sencillo, muy peligroso. Hannah Arendt avisaba de que los totalitarismos surgen en un caldo de cultivo en el que los parlamentos se perciben como instituciones prescindibles y los partidos ya no son capaces de representar los intereses de la ciudadanía, sino que se convierten en meros defensores del statu quo. Es entonces cuando los iluminados, los movimientos destructivos, son los únicos que funcionan adecuadamente. Porque ya no sirve intentar mejorar el parlamentarismo; hay que hacer tabula rasa.

Si nada cambia, 2019 será el año de Vox. Lo que antes se rompió por la izquierda, ahora se rompe por la derecha. Llevamos exactamente un mes preguntándonos cómo ha podido ser. Señalando a 400.000 votantes andaluces. Preguntándonos cuáles han sido sus motivaciones para elegir la papeleta de una formación que propugna menos Europa o menos inmigración. Y que ha obtenido un gran éxito en poblaciones con un elevado índice de foráneos.

Casi nada en la Historia es nuevo. En el último mes, he tenido más presente que nunca 'El conocimiento inútil', del francés Jean- Françoise Revel. Lo escribió en 1993, pero su clarividencia explica perfectamente lo ocurrido en Andalucía. Revel analiza el ascenso del Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen. Considera que todas las mezclas de población, sobre todo en medios urbanos pobres, engendran fricciones entre comunidades. Su origen no es tanto el racismo como las dificultades de la vida. ¿Significa el resultado de Vox que hay 400.000 Eichmann en Andalucía?

Dice Revel que el deber de las élites políticas, en vez de insultar a sus conciudadanos y de entregarse a estúpidas divagaciones, es investigar por qué la presencia de inmigrantes es considerada una amenaza y qué rectificaciones se pueden proponer. La hostilidad hacia los nuevos disminuye con el nivel de instrucción -oh, sorpresa- y se explica muy poco por la ideología. Al Frente Nacional le votaron muchos obreros, ¿les suena? Su racismo es derivado, no previo. ¿Es equiparable al racismo ideológico del nazismo, que consideraba infrahumanos a los judíos?

En lugar de ocuparnos de las causas reales de la subida electoral de Vox, en lo que tienen de inédito, para aportar alguna solución, resulta que azuzamos fantasmas para construir un universo maniqueo que nos permite sentirnos 'los buenos'. Cuenta Revel que el exprimer ministro socialista Laurent Fabius dijo a principios de los 90 que no observaba ninguna diferencia notoria entre la derecha y la ultraderecha. Así que, entonces, más de la mitad de los franceses eran ya fascistas. Nos llevan años de ventaja. Convendría tener en cuenta que pervertir el lenguaje, convertir las dificultades en carroña política porque de ellas se puede sacar de ellas rédito electoral inhabilitará a más de uno para llevarse las manos a la cabeza si este 2019 resulta el año de Vox.

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