Se ha dicho, metafóricamente, que el siglo XX terminó en 1989 con la caída del muro de Berlín y que el siglo XXI dio inicio el 11 de septiembre de 2001 con el atentado de las Torres Gemelas. Entremedias, veinte años de impasse que parecían augurar el triunfo definitivo de la democracia liberal. Hoy sabemos que la realidad es mucho más compleja y que las tensiones no resueltas de la globalización han formado un extraño puzle cuyas piezas no terminan de encajar. En este sentido, preguntarse por los retos de 2019 supone pasar del marco internacional al local: ¿cómo incidirán en Balears tendencias globales como la fractura social, el cambio climático, las presiones migratorias o el retorno de los populismos?

En nuestro país el próximo curso será electoral, lo que supone plantear bajo este prisma el escenario de la gobernabilidad. El resultado de las elecciones andaluzas ha supuesto un shock de realidad para muchos. No sólo el PSOE ha visto cómo se fragmentaba su voto, sino que la aparición de Vox ha tenido un efecto catártico en la derecha. Elementos como la inmigración descontrolada, el desprestigio que sufre en determinados sectores de la ciudadanía tanto la Transición como el proyecto europeo y, sobre todo, la crisis territorial en Cataluña marcan un antes y un después. Trasladándolo al ámbito autonómico, si hasta hace unos meses el PSIB se sentía fuerte de cara a las elecciones de mayo, estas últimas semanas en el clima político parece haberse introducido un aire de inquietud. Entre los socialistas, porque han comprobado que el poder central no termina de capitalizarse en votos y lo que logran recuperar por la izquierda -a costa de Podem- se pierde por el centro. En el caso de los populares, porque -tras la traumática despedida de Rajoy- su posición en la derecha se ve amenazada no sólo por Ciudadanos -que coquetea en ambos lados del tablero ideológico-, sino sobre todo por la sorpresa de Vox. Cinco partidos en liza, a los que en Balears se suman dos más: Més y El Pi, que dibujan un panorama extremadamente complicado a nivel parlamentario. ¿Movilizará Vox -como populismo de derechas- el voto contrario de nacionalistas y socialistas, o se limitará a socavar la base electoral de los populares? ¿Qué capacidad de crecimiento real va a tener El Pi en la part forana? ¿Podrá Més retener su tradicional voto de protesta, ahora que lleva ejerciendo el poder en importantes instituciones de las islas? ¿Se confirmará que Podem ha tocado techo? Muchas incógnitas pendientes de dilucidar y cuya solución depende de los resultados que se obtengan en Palma, en lo que según parece será una cerrada disputa.

Por supuesto que en 2019 no hablaremos sólo de política. La economía mundial empieza a mostrar recurrentes síntomas de fatiga, las bolsas caen tras un largo periodo expansivo, el endeudamiento sigue en máximos, y los salarios y el empleo mejoran demasiado despacio. El futuro económico de Balears se juega lógicamente en el sector turístico, muy sensible por definición a los ciclos internacionales. Este último verano hemos visto cómo se recuperaban algunos destinos competidores -aprovechando los precios bajos y la saturación de la oferta local-, por lo que será importante comprobar cómo se desenvuelve en 2019 nuestra principal industria. Preservar los precios y continuar invirtiendo en la mejora de los establecimientos y en la calidad del capital humano resulta clave a largo plazo. Del mismo modo, este curso contaremos con los primeros datos sobre el impacto real de las restricciones al alquiler turístico. Más cuestiones sobre el tapete: si llegará la aprobación definitiva del Régimen Especial para Balears y cuál será su contenido concreto. Queda por saber también si antes de las elecciones se pondrá en marcha la ley de Cambio Climático y Transición Energética o si se impulsará la necesaria ley de reindustrialización del archipiélago. 2019 se presenta, en definitiva, como un año de transición cuyos resultados, sin embargo, marcarán profundamente la orientación de las políticas sociales y económicas del próximo lustro.