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Daniel Capó

Un año de libros

Guste o no, la cultura es jerárquica. De modo que la literatura permanece y las modas políticas pasan -también las literarias-. 2018 ha sido rico en lecturas; aunque no todos los libros que he leído se hayan publicado este año. Siempre descubrimos nuevos autores o retornamos a los clásicos, cuya frecuentación nos pone a prueba. Anotemos algunos de los títulos que, si no lo mejor, ciertamente son de lo bueno de 2018. Los ensayos del filósofo inglés Michael Oakeshott, editados por Alianza, constituyen una lectura obligada para quien quiera conocer las virtudes del conservadurismo en su sentido más alto. El conservador, en el fondo, es alguien que se niega a ser definido sólo por el presente o el futuro y que concede su legítimo lugar a la herencia del pasado. Nada hay, en este sentido, más conservador que buscar en los grandes libros el sedimento de una sensibilidad, el lugar de las permanencias: un hogar, en definitiva, confortable y familiar. Si Oakeshott describe las costuras de un pensamiento político, Ignacio Peyró nos ofrece en Comimos y bebimos (Libros del Asteroide) -un ensayo llamado a ser un clásico en su género- el rostro más hedonista, culto y divertido de la gastronomía. Sin salir de la no ficción, Deusto acaba de publicar dos obras de singular relevancia para interpretar el mundo contemporáneo: la primera es Principios, del mítico financiero afincado en Mallorca Ray Dalio; y la segunda, Factfulness, del médico sueco Hans Rosling: un potente antídoto contra la creencia de que nuestra época va cada vez peor. No es cierto: millones de personas salen de la pobreza cada año, la esperanza de vida se alarga y la alfabetización se universaliza, por poner tres ejemplos; pero siempre resulta más sencillo poner el foco en la queja. Un modelo político de integración de la diferencia y progreso compartido es Canadá, la segunda nación del mundo por extensión geográfica y a la que el diplomático Juan Claudio de Ramón ha dedicado un hermoso libro titulado Canadiana (Debate). Termino con uno de mis pensadores preferidos: el iraní Navid Kermani, de quien finalmente Trotta acaba editar Incrédulo asombro, una honda reflexión sobre el arte occidental visto por un musulmán extremadamente culto y sensible.

No hay Año Nuevo sin Reyes, por lo que una mención a la literatura infantil resulta obligatoria. Iban Barrenetxea no es sólo uno de los mejores ilustradores de hoy, sino un enorme narrador. Tras su exitosa Brujarella (Thule), acaba de presentar su secuela: Brujarella y la diva, que vale su peso en oro. Y de las hermosísimas ediciones que publica la jerezana Nido de Ratones, cabe recomendar Cuaderno del Prado, sobre nuestro museo más señero. Una editorial tan acreditada como Acantilado nos ofrece una nueva traducción de la Comedia de Dante -ahora sin el añadido Divina-, que sólo cabe calificar de lectura obligada. La correspondencia de Franz Kafka, propuesta por Galaxia Gutemberg, forma parte del canon del siglo XX. Del mismo modo que el tomito con las cartas que se cruzaron Ramón Gayá y María Zambrano, Y así nos entendimos (Pre-Textos), aprovecha más que muchos prolijos tratados de arte. Termino la columna y me doy cuenta de que no he citado ni novela ni poesía. En esto, me he dejado guiar por otras épocas: Charles Dickens y Hermann Melville, T. S. Eliot y fray Luis de León. La literatura no se ciñe casi nunca a la actualidad.

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