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Filosofía y derribo

El ambiente en el departamento de Filosofía de la UIB está que arde. Un clima sumamente hostil se ha instalado en su seno. Y, lo que es más grave, algunos hablan de una verdadera guerra civil entre los amantes de la sabiduría. Hace ya un par de años que la atmósfera está enrarecida. El caso es que dos catedráticos han estado acosando, verbal y laboralmente a una profesora. La cosa ha degenerado tanto que incluso existen casos de depresión y brotes de ansiedad aguda entre los propios profesores y alumnos. Tras perorar sobre la ética de Spinoza o sobre el amor en el banquete platónico, nada más salir del aula los amantes de la sabiduría vuelven por sus fueros y se dedican a navajear a los colegas de trabajo. Tan es así que se ha hecho necesaria la presencia de guardaespaldas para evitar males mayores.

Cursé la carrera de Filosofía y también pude presenciar, aunque en otra facultad, movimientos subterráneos, sibilinos desprecios y favoritismos descarados, piques y enfados infantiles entre catedráticos que parecían encarnar la serenidad de espíritu, además de ser algunos de ellos duchos en la ética de Aristóteles. Pero una vez fuera del aula, ya digo, reiniciaban sus labores de zapa, sus conspiraciones y sus pataletas que, en su caso, eran doblemente patéticas. En todos los lugares de trabajo cuecen habas, pero resulta mucho más sórdido si quienes conocen y enseñan ética acaban actuando como auténticos macarras. Ocurre también con esos sacerdotes que predican la bondad y las virtudes de la castidad y, una vez despojados de la casulla, estola y cíngulo, se lanzan en pos del catequista con suaves y húmedos modos. Pero dejemos la religión a un lado, y centrémonos en esos catedráticos de Filosofía.

Sin duda alguna, en este escabroso asunto, el rectorado ha practicado la apatía, la desidia, el más tibio y pusilánime laissez faire. Han existido, por lo visto, llamadas de acoso con intención de derribo a esta profesora, acusada de plagio en su tesis, amenazas anónimas y demás marrullerías extrafilosóficas. Lo cierto es que, como ocurre en el terreno de los poetas, en el también frágil ámbito de la filosofía cunden los navajazos, las traiciones, las maledicencias, los acosos laborales, verbales, y no sabemos si incluso físicos, además de oscuros intereses y hacedores de camas. Tal vez, el problema radica en que en general todos profesamos una especie de veneración por quienes se dedican a la filosofía y a la poesía, y nos sorprende y extraña que alguien que se dedica a tales campos pueda caer tan bajo cometiendo actos tan mezquinos. En cualquier caso, uno siempre ha confiado más en las saludables enseñanzas del epicureísmo o el estoicismo que en los efectos del Lorazepam o, dicho de otro modo, y haciéndole un guiño al ya viejo best seller: una buena dosis de Platón podría ser mucho más efectiva que el Prozac. Pero vistos los casos de depresión y ansiedad colectiva, que se extiende al profesorado y al alumnado, uno sospecha que no es suficiente con la sabiduría de los clásicos para combatir los males psíquicos y habrá que tirar de farmacopea.

Lo cierto es que el ambiente en este departamento hace años que está bastante podrido y nadie parece dispuesto a zanjar el asunto.

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