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Antonio Papell

El 21D y sus consecuencias

La idea de celebrar mañana un consejo de ministros en Barcelona, que Sánchez enunció poco después de llegar a La Moncloa tras la moción de censura, se ha convertido en piedra de toque para valorar la situación real de Cataluña: la cohesión (o no) del soberanismo, las verdaderas intenciones de Torra, la influencia del independentismo radical (los CDRs y sus filiales), la actitud de la sociedad civil? y en definitiva la posibilidad o no de resolver dialogada y civilizadamente el conflicto.

La celebración de la reunión del gabinete se decidió como una deferencia del Gobierno a Cataluña y no como una agresión, obviamente, pero los acontecimientos han trascendentalizado la visita, que se ha vuelto polémica. Por un lado, los soberanistas discrepan sobre si se trata o no de una provocación, lo que condicionaría en un sentido o en otro la respuesta institucional de la Generalitat; de otro lado, se debate la pertinencia de un encuentro entre Torra y Sánchez, que en ningún caso podría ser una 'cumbre bilateral' (la asimetría no es negociable) y en la que ninguno de los actores tiene demasiado margen para salirse de sus papeles convencionales: Sánchez no cederá ni un ápice en la demanda del derecho de autodeterminación y Torra no perderá la ocasión de reivindicarlo.

Lo cierto es que del desenlace de esta reunión dependerán algunas cuestiones vitales. En primer lugar, y puesto que se prevén movilizaciones y hay dudas del carácter pacífico de los CDRs y demás grupúsculos alborotadores, el papel que desempeñen los mossos será determinante a la hora de calibrar el control que mantiene la Generalitat sobre el orden público; todavía está fresca en la memoria la apatía de la policía autonómica ante cortes de autopistas y apertura de peajes a cargo de los revoltosos. En segundo lugar, de que haya o no diálogo eral, y no sólo protocolario, entre Torra y Sánchez dependerá hasta cierto punto la posibilidad de seguir pensando en una vía negociada de resolución del conflicto. A este respecto, también hay que observar las reacciones de las distintas facciones soberanistas, ya que están contradiciéndose las declaraciones de Puigdemont (el consejo es una provocación, ha repetido) con las de los portavoces de ERC (las huelgas de hambre no son necesarias y el diálogo debe ser mantenido).

Si la jornada del 21D acaba demostrando la inviabilidad del diálogo -por lo acalorado de la disputa, por la intransigencia de la Generalitat, por la tibieza de los mossos, etc.- la vista oral sobre el 'procés' en el Supremo que ya está en marcha y arrancará en enero se celebrará en un contexto de inestabilidad política caracterizada por la imposibilidad de aprobar unos presupuestos del Estado que alarguen la legislatura hasta 2020, y de presiones sobre el Gobierno para que aplique medidas graves de cirugía general.

Muchos empezamos a pensar que, dada la fractura interna catalana -alguien ha recordado estos días que Aznar ya presagió que antes se partiría Cataluña que España-, el conflicto no tiene solución a medio plazo si en el Principado no asume cada cual su responsabilidad. Ya es hora de que quienes desde los parajes de la antigua convergencia disienten de la vía alocada emprendida por Puigdemont-Torra ( Artur Mas es una de esas personas horrorizadas con la absurda deriva del nacionalismo conservador) lo digan claramente. Y de que Esquerra Republicana, que siempre ha desconfiado del melifluo pospujolismo burgués y reaccionario que ahora exhibe dignidad sobre los restos de los indecentes sobornos recibidos, tome sus propias decisiones pragmáticas que contribuyan a sacar a Cataluña de una situación muy inquietante, que repercutirá pronto en forma de una merma sensible del bienestar general.

Si las cosas se hacen bien, el Estado puede ofrecer reformas. Del Estatuto e incluso de la Constitución para generar un marco más evolucionado y moderno que acoja mejor el conjunto de las aspiraciones de todos. En caso contrario, además de consolidarse la inestabilidad política general, Cataluña entrará en una penosa cuarentena sin horizonte. La elección del camino no debería ser dudosa.

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