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Antonio Papell

El centro averiado

La aparición de VOX sugiere una mayor simetría del espectro político estatal español, que desde la desaparición de UCD se ha desglosado en dos hemisferios asimétricos: en el derecho, Alianza Popular, después Partido Popular, monopolizaba la representación de todo el ámbito conservador (la extrema derecha, con Blas Piñar al frente, tuvo un único diputado en la legislatura 1979-1982), en tanto en el hemisferio izquierdo el partido hegemónico, el PSOE, tuvo que coexistir con el PCE, primero; con Izquierda Unida desde 1986; con Podemos e Izquierda Unida en las generales de 2015 y con Unidos Podemos (alianza de los dos anteriores) en 2016.

En todo este proceso, PSOE y PP representaban el centro político, y de hecho ambas formaciones, que han mantenido una relación intensa pero irregular, han estado básicamente de acuerdo en los grandes asuntos de Estado. Los dos firmaron los dos grandes pactos autonómicos que dieron lugar al actual formato del Estado de las autonomías (el de 1981 para completar el mapa y el de 1992 para extender e igualar competencias), y, salvo en algunos aspectos de la política exterior, ambos han ido sustancialmente de la mano en política antiterrorista, en política europea y, en general, en el establecimiento de los grandes criterios geopolíticos. Sin ánimo de exhaustividad, hay que recordar que PP y PSOE acordaron fácilmente la reforma del artículo 135 de la Constitución en 2011 para capear mejor la crisis y buscar la cooperación alemana y europea; o que los dos suscribieron también conjuntamente la aplicación del artículo 155 a Cataluña tras la declaración fallida de independencia de octubre del año pasado?

La llegada de Podemos, que asomó en las europeas de 2015 e irrumpió definitivamente en las generales de aquel mismo año, desatentó el mapa político y sumió indirectamente al PSOE en una gran crisis interna, de la que todavía no se ha rehecho del todo (la enemistad entre Susana Díaz y Pedro Sánchez ha influido sin duda en los malos resultados andaluces). Paulatinamente, PSOE y Unidos Podemos se han ido acomodando a sus respectivos papeles hasta formalizar una relación previsible y funcional que no destruye la autonomía de las partes.

En el hemisferio derecho estatal, cohabitan a la fuerza desde 2015 PP y C's (Ciudadanos decidió alinearse con el PP tras formar una coalición con el PSOE que no llegó a gobernar porque Podemos frustró el intento) y ahora estas formaciones están tanteando su relación con VOX, una formación de extrema derecha que ha sido ya reconocida por sus homólogos europeos, y cuya cooperación resulta sumamente embarazosa para C's, que teme la condena de sus socios liberales europeos, mientras el PP intenta contener la vía de agua por la vía errónea de incrementar las concesiones al ideario de VOX?

Por otro lado, la confrontación natural PP-PSOE se ha exacerbado con la moción de censura contra Rajoy que ha dado paso a la llegada de Sánchez a La Moncloa. Así las cosas, el viejo centro PP-PSOE se ha disgregado peligrosamente, y el conflicto catalán, que debió haberse mantenido en los cauces del consenso entre los dos grandes partidos históricos, es hoy motivo de confrontación entre ambos. En tanto el PSOE ensaya la vía de la negociación y el diálogo, el PP plantea la confrontación directa, mientras Aznar, encantado con el desafuero, pide la suspensión sin límites de la autonomía, algo que difícilmente encajaría en el marco constitucional.

El incendio de Cataluña es una opción que ni siquiera debería ser planteada como hipótesis, pero que está en este momento sobre el tablero. La crisis, agravada por el hecho de que la estabilidad de Sánchez depende de los votos del nacionalismo catalán en el Parlamento, se está enconando, para satisfacción de Torra y de sus mentores, conscientes de que su dislate sólo tiene algún porvenir en el campo inaceptable del estallido (la famosa vía eslovena). Y este estado de cosas no proviene del surgimiento de nuevos extremos en el arco parlamentario sino del fracaso del centro. Es el centro político, representado por PP y PSOE, el que hace agua, e insinúa un naufragio que afectaría a todo el edificio democrático.

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