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Luis Sánchez Merlo

¡Gracias, Argentina!

El resultado de la final de la Copa Libertadores en Madrid fue "regalo de Dios para River Plate y castigo divino para Boca Juniors". Y a la vez, ocasión pintiparada para dar las gracias a quienes hicieron posible que esta ceremonia, emocionante y grandiosa, se celebrase en un cuadrilátero tan laureado.

Fue una decisión audaz, pero resultó feliz y nos ofrece la oportunidad de recordar que nuestro país, en el que viven unos 250.000 argentinos (la mayor comunidad de argentinos en el exterior), tiene contraída una deuda perpetua con "la Argentina", como solíamos decir en el colegio, eludiendo el sustantivo república; ya se sabe, en aquel tiempo no se daba puntada sin hilo. El pueblo español debe recordar siempre que en momentos difíciles recibió la ayuda argentina en un país entonces aislado internacionalmente y excluido del Plan Marshall. La contribución argentina resultó decisiva para matar el hambre reinante en los años de la postguerra española.

La Argentina concedió un crédito a España por importe de 4.500 millones de pesetas (¡un dineral!), para comprar víveres y materias primas, y con ese dinero "quedaban aseguradas las elementales necesidades alimenticias por cuatro años, aún en las peores circunstancias que pudieran presentarse". En 1947, mientras Estados Unidos ponía en marcha un programa de ayuda a los países europeos afectados por la guerra mundial, la Argentina trasladó en barcos a nuestro país 700.000 toneladas de trigo, 220.000 de maíz, 8.000 de aceites comestibles, 16.000 de tortas oleaginosas, 10.000 de lentejas, 20.000 de carne congelada, 5.000 de carne salada y 50.000 cajones de huevos.

Por entonces, Evita Perón hizo una visita a España como embajadora de buena voluntad, acompañada de un cargamento de maíz, trigo, y carne para un pueblo hambriento. En los dieciocho días que duró su estancia, recibió el agasajo continuo de los españoles, con calor humano y, ¡cómo no!, en forma de comidas y cenas, que podían dar una idea errada de la situación del común. Los cajones de huevos y las lentejas sin bichos llegaban al puerto de Cádiz, y por nuestra parte correspondimos -aparentando, para no variar- con una cena en el salón mudéjar de la plaza de América en Sevilla, con cerca de un centenar de invitados, a base de caviar, paté, salmón del Bidasoa, pularda y champán.

Con el desarrollismo llegaron al futbol español legendarios jugadores y entrenadores, cuyos nombres han quedado grabados en el corazón de los aficionados, pues su herencia enriqueció nuestro deporte: Alfredo di Stefano, Helenio Herrera, Maradona, Fernando Redondo, Jorge Valdano, Ángel Capa, Diego Simeone? Leo Messi. Todos ellos con denominación de origen argentina. Los incidentes en Buenos Aires, en torno a la disputa de la Copa Libertadores, han traído la final a Madrid, donde jugadores y aficiones de los equipos contendientes, River Plate, "Los millonarios" y Boca Juniors, los inquilinos de "La bombonera", han dado un ejemplo de civismo, fair play y deportividad.

El Bernabéu, que suena diferente con dos aficiones animando constantemente (de la ópera al rock), no está acostumbrado a una final que se ha jugado tan lejos de su biosfera natural, en la que lo emocional juega un papel determinante, desde el himno nacional argentino hasta los purretes con alma de crack, besándose antes del combate. Viendo lo que ha pasado, uno podría tener la tentación de pensar que el problema que ha traído la Final aquí son los excesos del público, no de los jugadores. El anuncio de que íbamos a asistir a una secuencia de guerra real no se cumplió. No hubo demasiado espectáculo en la cancha, pero sí en la grada, donde la paz fue absoluta y el folclore constante.

El futbol va a perder teatralidad con el VAR, que no se rinde ante el bluf y se convierte en un incómodo testigo que desmonta el desparpajo de los más atrevidos. Un equipo aristocrático, frente a otro con más traza popular, cuya clave está en el hashtag: "Más que un sentimiento, una pasión". La hinchada de Boca ayudó a sobrevivir a los nueve jabatos (dos abandonaron por lesión y expulsión) que derrocharon pundonor y a los que sólo les quedaba la heroica, hasta morir de pie. La clave está en su hashtag: "Más que un sentimiento, una pasión".

Con mayor superioridad técnica, la escuadra del "Muñeco" Gallardo (el técnico más exitoso de la historia de River, hoy arengador ausente) fue invisible hasta el despertar final cuando, buscando dar la puñalada del contragolpe, creó peligro, pisó el área contraria y encontró espacios útiles. Durante el resto del partido, había dejado la impresión de una lentitud desesperante, casi "rajoyana". Con algunos jugadores fundidos, el partido se trabó, aunque pelearon como si fuese la última batalla. A veces dio la falsa impresión de que estábamos asistiendo a un Madrid-Barça pero la tensión y los calambres llevaron a la ley del mínimo esfuerzo. Muy cansados, se negaron a asumir riesgos, aunque hubo algún conato de juego peligroso. Los fisioterapeutas no daban abasto. El cansancio quitó lucidez al juego, y el partido resulto interminable.

Nos quedamos con la pureza de pegada del 'Pity' Martínez; el atrevimiento "encarador" de Villa; la vehemencia alocada de Wilmar Barrios; la contra espectacular de Benedetto, con una definición exquisita; la sutileza de Ezequiel Palacios; la guerrilla en el balcón del área de Maidana; el ocaso de Fernando Gago, un jugador que jugaba "en casa" y la sabe tener, pero se lesionó la rodilla; el purrete Julián Álvarez, una estrella emergente, y el héroe del partido, el colombiano Quintero, que rompió la igualdad absoluta, poniendo más energía que nadie.

Nunca podremos olvidar la deuda acumulada con la patria del Papa Francisco, Jorge Luis Borges, Ricardo Darín, Julio Cortázar, Carlos Gardel, Leonardo Sbaraglia, Héctor Alterio, Cecilia Roth, Federico Luppi, Ernesto Sábato, Juan Manuel Fangio? El recuerdo de todos ellos sobrevoló Chamartín. Resonando la lírica de No llores por mi Argentina, del musical Evita: "Mi alma está contigo / Mi vida entera te la dedico / Mas no te alejes / Te necesito". ¡Gracias, Argentina!

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