El nuevo jefe superior de Policía de Balears ya se ha enterado de quién manda aquí, y las decisiones que promueve de secuestro de periodistas (una persona es menos valiosa que su móvil) demuestran que la sintonía con Cursach es perdurable. También el flamante coronel de la Guardia Civil ha sido informado del auténtico propietario de la Bahía de Palma, de Magaluf a s'Arenal, con sus hombres perfectamente cuadrados en la ruta.

Sin embargo, la penetración de Cursach en el ámbito judicial presentaba algunas deficiencias, que procedía subsanar. La interesada concentración en la figura del juez Manuel Penalva olvida que la investigación sobre la mafia policial, con su desembocadura en el caso Cursach, es iniciada con valentía por la magistrada Carmen González. Los interesados pueden preguntarle a la hoy titular de la Audiencia por las escenas de película de terror que vivió durante la instrucción.

Trasladada González, la campaña contra Penalva entrará en los anales de la persecución encarnizada. Tras eliminar al juez, se nombró al mejor instructor que podía tener el escandalo, el propio Cursach. No puede extrañar el seguidismo de la policía a sus propuestas, pero lograr que la renqueante maquinaria judicial se emplee con brío para secuestrar a la prensa requiere de la indudable eficiencia del empresario todopoderoso. Por fin, Cursach se investiga a sí mismo, y por supuesto le sale inocente. Inicia a continuación la persecución de los auténticos culpables, que como de costumbre son los periodistas. Por dinero no va a quedar. Y no debe olvidarse el gesto emotivo de que su querella venga visada por la fiscalía anticorrupción. El presunto autor de una decena de delitos y los fiscales cabalgan juntos, nada se le resiste al emprendedor. A Juan Carrau, quién lo ha visto y quién lo ve. De interrogar a Cañellas, a meterse en el túnel con Cursach. Enhorabuena, y a por ellos.