Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Daniel Capó

Las cuentas de la vida

Daniel Capó

La caja de Pandora

La mitología griega nos habla de una misteriosa tinaja que encerraba todos los males del mundo. Nadie sabía exactamente cuáles eran ni cuál el número de demonios que ahí se recluían. Sólo la inocencia y la curiosidad de los hombres podía liberarlos, de modo que mostraran su rostro. Para los griegos, esto es lo que hizo Pandora, hija de Efesto y esposa de Epimeteo, el titán bondadoso que personificaba la ingenuidad. El relato de Pandora pertenece al origen de los tiempos, pero su valor es arquetípico. Nos habla de la contención del mal y de su presunto valor liberador, nos habla de la ausencia de previsión y de una cierta ceguera -de ahí el nombre de Epimeteo: "el que reflexiona tarde"- ante las consecuencias de nuestros actos.

A lo largo de la historia, la caja de Pandora se ha cerrado y reabierto múltiples veces. Casi podríamos referirnos a un movimiento circular que se asemeja a los ciclos de la naturaleza. Las naciones prosperan en la medida en que contienen sus vicios y fomentan sus virtudes. La democracia se asienta allí donde se refrenan las pasiones descontroladas. Es una cuestión de leyes, pero más aún de cultura, de costumbres, de civilización. En su clásico tratado sobre la democracia en América, Tocqueville observó el papel crucial que desempeñaban las creencias religiosas en la consolidación de la nueva forma política. Una economista de referencia como Deirdre McCloskey preferirá hablar de las virtudes burguesas para explicar el extraordinario desarrollo económico que propició el capitalismo. En el fondo, ambos autores apelan a unos principios anteriores a la ley y a las instituciones que las hacen funcionar adecuadamente. A corto plazo, la ley es contención. A medio y largo plazo, sin embargo, necesita alimentarse de una legitimidad compartida. Podríamos decir que el desgaste de la legitimidad democrática de nuestras instituciones equivale a la apertura de la famosa caja de Pandora: los muros ceden y se agrietan, las pasiones se desatan y rige la emocionalidad política. Quizás, como Epimeteo, todos reflexionamos demasiado tarde sobre las consecuencias de nuestros actos.

El gran tema de nuestro tiempo ya no es la fractura económica entre las clases sociales ni el conflicto ideológico -más o menos abierto- entre conservadores y progresistas, sino el agresivo proceso de deslegitimación que sufre la democracia parlamentaria: el mundo de las instituciones liberales y representativas que se construyó en Europa tras la posguerra y en España tras la muerte de Franco. El eje se ha desplazado, porque el consenso constitucional equivalía a nuestra caja de Pandora y su apertura se ha traducido en el resquebrajamiento de su estructura. El eje se ha desplazado, porque la magnitud de las revoluciones demográficas, comerciales, tecnológicas y de valores que están en marcha cambia el rostro de la sociedad. El eje se ha desplazado, porque Occidente de pronto ha descubierto que, por debajo de su manto de seguridades, se ocultaban viejos demonios como el miedo o la ira. El eje se ha desplazado, en definitiva, porque hay mucha gente que no se siente ya representada por sus elites. Para estos ciudadanos, la legalidad constituye una pantomima que carece de legitimidad. Se trata de una idea inquietante. Entre otros motivos, porque la Historia nos recuerda que un mundo así -un espacio donde solo rige la hostilidad- es un lugar sombrío, poblado de fantasmas y miedos.

Compartir el artículo

stats