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Opinión

Eleanor, Minerva y los Derechos Humanos

Hoy se cumplen 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Puede parecer que nos la regalaron, por eso conviene recordar cómo y quiénes consiguieron este logro tan importante para todas las personas. Y conviene recordar que fue después de salir de una de las etapas más negras que vivió el mundo, la que tuvo como inicio la llegada al poder de unos partidos fascistas y asesinos, y que condujo a la humanidad ante las mismas puertas de la destrucción y del dolor absoluto.

Hubo un pequeño grupo de mujeres esforzándose para que esta Declaración saliera adelante, hoy casi desconocidas para la inmensa mayoría aunque sus aportaciones fueron fundamentales.

Destacaré a dos de ellas. Eleanor Roosevelt fue una mujer fascinante donde las haya, una activista nata de ideas muy progresistas y claramente feminista. Cuando su marido llegó a la presidencia de EE UU fue todo menos un florero. En plena Gran Depresión recorrió todo el territorio, fomentando iniciativas sociales, trabajando por la igualdad de derechos civiles de la población afroamericana y la de las mujeres.

Tras la Segunda Guerra Mundial, las naciones se volcaron en la fundación de la ONU y el presidente Wilson, quien la llamaba “la Primera Dama del Mundo” le pidió que presidiera la Delegación americana. Las delegaciones eran mayoritariamente masculinas, había muy pocas mujeres, pero eran aguerridas y rápidamente empezaron a crear la red de apoyo en temas específicos. Eleanor fue elegida presidenta del Comité que había de redactar la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los hombres se empeñaban en llamarla Declaración de los Derechos del Hombre pero ellas sabían que en tiempos de la Revolución Francesa la Declaración con ese nombre resultó ser literalmente para los hombres, dejando afuera a todas las mujeres, de manera que muchas francesas que reivindicaban la igualdad de sexos fueron obligadas a callarse, prohibiendo por ley sus asociaciones, que Olimpia de Gouges, la mujer que redactó La Declaración de Derechos de la Mujer y la Ciudadana, fue condenada a la guillotina y que las francesas acababan de conseguir su derecho al voto justo después de la guerra. Sabían de la importancia de un sustantivo u otro. Esta vez no iba a pasar lo mismo.

En los debates conoció a Minerva Bernardino, que pertenecía a una familia dominicana muy liberal que la permitió estudiar y ser activa políticamente. Minerva utilizó durante toda su vida su gran inteligencia y su formación a favor de las mujeres. Así se unieron a otras mujeres delegadas en la primera Asamblea General de las Naciones Unidas en el 1946. Juntas escribieron “Carta Abierta a las Mujeres del Mundo”, por Eleanor Roosevelt, firmada también por Minerva Bernardino, junto con Marie­Helene Lefaucheaux, de Francia, y 14 Delegadas más a la Asamblea General”. La Carta hacía un llamamiento a tomar un papel más activo en la política y en los gobiernos. Sabían que para eso necesitaban derechos sociales y políticos (en muchos países aún no podían ni votar) y se unieron para conseguir que la redacción de la Carta tuviera como título Derechos Humanos y que en su artículo 2 constara “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo…”

Así se podía denunciar la discriminación por cuestión de sexo.

Finalmente, impulsaron la creación de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU, de la que han ido surgiendo todos los derechos de las mujeres, con Minerva al frente.

En tiempos como los que vivimos, en los que surgen partidos y grupos con un ideario claramente machista y misógino que tienen como una de sus principales dianas a las mujeres y sus derechos, cuestionando las leyes que nos protegen, debemos hacer como aquellas que pusieron su inteligencia y determinación en la defensa de nuestros derechos. Con uñas y dientes y ni un paso atrás.

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