Pedro Sánchez llegó a La Moncloa tras cumplir con todas las indicaciones de Francina Armengol. A saber, hay que pactar con los catalanes aunque sean independentistas, hay que asociarse con Podemos aunque Pablo Iglesias sea Satanás, los números dan para desalojar a Mariano Rajoy, y urge liquidar a Susana Díaz por la supervivencia del PSOE.
Entonces, ¿por qué el vengativo y rencoroso Sánchez odia a Armengol, que le responde desde la indiferencia? Esta disociación es solo uno de los factores que han volcado el recorrido emocional de la legislatura. La presidenta de Balears ha parecido imbatible en algún momento de su mandato, pero desde luego que no en el actual. (¿Piensa aportar algún dato, o esto va de elucubración en un fin de semana de puente?).
Información, no opinión: El estado de ánimo de Armengol preocupa, y mucho, en el Consolat. Sus enemigos se relamen porque solo advierten las secuelas de una mezcla de desfondamiento y manfutismo, pero en el PSOE han sonado las alarmas. Para disculpar a la presidenta, su entorno variopinto se refugia en la tragedia de Sant Llorenç. Sin embargo, la torrentada sirvió más bien de camuflaje de un malestar subyacente. (¿Ahora se dedica al psicoperiodismo?)
Este otoño, para mas inri, Armengol ha pasado de risueña a taciturna, de encararse con José Manuel Soria en la World Travel Market de 2015 a lucir atormentada en la misma feria londinense de este año, de tener siempre una carcajada a mano a fruncir el ceño, de convertirse en la favorita de Jordi Évole y Ana Pastor por su defensa de un PSOE izquierdista a desentenderse del partido estatal, de Shirley McLaine en una comedia de Billy Wilder a Irene Papas en Antígona, de la luminosidad indumentaria a una obsesión enfermiza por los tonos oscuros. (Siga así, y acabará en Vox).
Si Armengol hubiera elegido desde un principio la parsimonia nicotínica de Francesc Antich, nadie lo hubiera notado. Sin embargo, el abandonismo ha llegado al extremo de que Biel Company le ganó por primera vez el martes un mano a mano en el Parlament, y eso es mucho decir. La presidenta antepuso la combatividad al acierto, y ha perdido ambas virtudes. Insisto, no son observaciones paranoides con un desenlace predeterminado, la movilización del Consolat al respecto demuestra que quedan residuos de vida inteligente en ese figón.
El pasado martes, Susana Díaz enumeraba vengativa la lista de presidentes socialistas que se habían solidarizado con su descalabro. El propio Sánchez, el pájaro Lambán, Ximo Puig. La relación continuaba sin mención a Armengol, que debería sentirse rehabilitada por el naufragio de su rival secular. Sin embargo, la presidenta del Govern despachó el nadir del feraz PSOE andaluz con un oracular "cada uno recoge lo que ha sembrado". Sin risas.
Los trece muertos de la torrentada pasarán factura en un momento u otro, aunque esto me han prohibido que lo diga. Una gobernante no puede remansarse en la tristeza ajena, porque ha de paliarla. Armengol volverá a ser la única mujer en condiciones de aspirar al Consolat, y todos los partidos desearían una candidata como ella o Jaume Font, seducido ya por Vox. Esta valoración presidencial no es botafumeiro, sino cinismo preelectoral. El capital acumulado por el Govern se ha disipado. La carrera empieza de cero. El Consolat lo sabe.
En la foto que hoy nos ilustra, se comprueba que la Constitución cuarentañera apasionaba en Santa Margalida en vísperas de su aprobación. Intente confeccionar hoy en Mallorca un cartel de pedigrí semejante, por no hablar de una convocatoria en un cine para empaparse de un texto legal. Y sin canapés. Vean El veredicto, si se han creído la majadería de que el cine actual no ofrece grandes papeles a las actrices. Armengol tiene mucho que aprender de Emma Thompson.
Reflexión dominical desigual: "El exiguo reparto de la riqueza se compensa con un exacto reparto de la pobreza".
