El domingo pasado, la sección 'Arca de Noé' del suplemento La Almudaina contenía un artículo titulado ¿Veterinarios amantes de los animales?, en el que la autora exponía el problema que suponen los elevados costes económicos a la hora de atender a los animales abandonados, gatos ferales o maltratados, y deslizaba la idea de una necesaria atención sanitaria pública para animales ante la imposibilidad de un, digámoslo así, servicio veterinario altruista. El planteamiento, que aunque discutible puede ser aceptable, quedaba lamentablemente dañado por unas afirmaciones previas en las que se establecía una diferenciación entre veterinarios 'buenos', colaboradores y altruistas, y 'malos', aquellos que sólo atienden a criterios económicos.

El artículo ha corrido como la pólvora en el ámbito veterinario balear y ha generado un amplio rechazo en redes sociales al contener unas afirmaciones injustas y falsas, que ponen en entredicho la esencia misma de la figura del veterinario, a quien se le cuestiona su ética y vocación por el mero hecho de querer vivir de su profesión, un hecho insólito e inaceptable que rechazamos rotundamente y que no sucede en ninguna otra. Se nos demanda un altruismo obligatorio por nuestra mera condición de veterinarios y se nos somete a una presión cada vez mayor que cuestiona principios morales y ética ¿Saben ustedes que la veterinaria es una de las profesiones con un mayor nivel de estrés y suicidios?

Ser veterinario no es una opción. Es una vocación que nace de lo más profundo y que nos lleva a dedicar nuestra vida profesional a los animales y a su bienestar. Una vocación que nos permite afrontar, primero, un acceso complicado a la universidad y unos estudios de gran exigencia y, después, un ejercicio profesional en condiciones complejas, a veces incluso de extrema dureza y con un nivel de precariedad mayor al deseado y bajas remuneraciones en comparación con el resto de profesiones sanitarias. Aún así nuestros y nuestras profesionales se preparan para atender con la máxima excelencia a sus pacientes, los animales, para lo que invierten en recursos de todo tipo. Nadie les regala nada, ni las administraciones con sus impuestos y múltiples requerimientos, ni los proveedores de equipos, material sanitario y medicamentos, ni las entidades financieras, ni las aseguradoras. Y además deben formarse continuamente y pagar los salarios de sus imprescindibles equipos. Es normal que quieran, deban y necesiten cobrar sus servicios. Y aún así, prácticamente todos, en la medida de sus posibilidades, ayudan y atienden de forma altruista a animales que lo necesitan.

Es cierto que en nuestro país tenemos un problema de animales abandonados y asilvestrados. Es algo que las administraciones competentes y la sociedad deben resolver. Pero, sobre todo, es imprescindible que los propietarios de animales sean completamente responsables de sus mascotas, les dediquen tiempo y cubran sus necesidades (también las sanitarias) con garantías. Mientras tanto, permitan que trabajemos con la ilusión y abnegación que caracteriza a una profesión tan involucrada, amante de los animales y que tanto contribuye a su bienestar como es la nuestra.

Presidente del Col·legi Oficial de Veterinaris de les Illes Balears