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Camilo José Cela Conde

Contaminación

Ya estamos en que los efectos de las medidas que se están tomando para disminuir la presencia de gases nocivos para la salud en la atmósfera o, al menos, para no aumentarla aún más han de medirse a largo plazo. Pero no deja de ser curioso que, a los pocos días de la entrada en vigor en Madrid de las restricciones severas al tráfico en su zona central, el ayuntamiento haya tenido que activar el protocolo anticontaminación porque los niveles de dióxido de nitrógeno en la capital han aumentado. De hecho, se veía venir. Al reservar la almendra central de la ciudad a los coches menos contaminantes, el resto, que son la gran mayoría, han de dar muchas más vueltas. Por la periferia, eso sí, pero como cualquier persona con dos dedos de frente podía anticipar, a costa de que las emisiones totales de gases se incrementen.

Exigir a un concejal de transporte -concejala, en este caso- inteligencia o, al menos, sentido común sería perverso. Bastante hacen con pensar cómo pueden agobiar al ciudadano con el propósito de ir ganando votos. Luego en las elecciones pasa lo que pasa y salimos todos gritando que viene el lobo, es decir, la extrema derecha, cuando lo cierto es que le ponemos las cosas muy fáciles a los populismos extremistas de cualquier color. Pero volvamos al asunto de la calidad del aire. Ahora que los coches diésel contaminan menos que nunca, han sido satanizados mientras que se bendice la llegada de los eléctricos. La cuestión de cuál es la peor energía que se puede utilizar debería enfocarse, sin embargo, teniendo en cuenta todo el proceso de contaminación desde que se comienza a fabricar el coche hasta que es desguazado, y no sólo lo que sucede durante sus trayectos por carretera o ciudad. El ejemplo de las centrales nucleares es meridiano: puede que sean muy limpias al producir electricidad pero ¿qué hacemos con los residuos radioactivos? Con los coches eléctricos sucede algo parecido: son de lo más contaminante al tener en cuenta la vida útil desde su fabricación, en especial las baterías, y eso dejando de lado el problema nada banal de cómo vamos a producir tanta electricidad como la que va a ser necesaria.

Pero lo peor de todo aparece cuando la estupidez niebla la vista con la mirada puesta en los milagros. He leído la noticia de que un catamarán ha dado la vuelta al mundo sin consumir ningún combustible fósil y, por tanto, dejando intacto el aire a su paso. El reportaje dice, ya en los titulares, que es la primera vez que sucede algo así. Bueno; digo yo que será la primera vez si nos olvidamos de todas las vueltas al mundo que dieron los barcos de vela con anterioridad desde la primera de todas, la de Magallanes y Elcano. Incluso existen ya barcos mercantes que aprovechan el viento para navegar en una gran medida ahorrando combustible. Pero no; lo crucial es presumir de lo listos que somos con los inventos que se nos ocurren hoy como el de el cierre del centro de Madrid. Aire puro sólo para los ricos, ha dicho algún comentarista. Tiene razón.

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