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¿Te apetece un café?

En cuanto visiten al galeno se terminó tabaco, alcohol, el picoteo entre horas, los alimentos grasos, el sofá y, hasta hace poco, el café. Sin embargo, respecto a este último, la perspectiva ha cambiado y no deja de ser un alivio que esté siendo excluido de lo que es malo o engorda debido a un número creciente de publicaciones, en los últimos años, sobre sus beneficiosos efectos tanto para la normal fisiología de nuestro organismo como para la prevención, a lo que parece, de numerosas enfermedades

Se viene comprobando que la toma de 3 ó 4 cafés al día -lo que equivale a unos 300 milígramos de cafeína- aporta ventajas varias, sin que dosis superiores supongan mayor provecho. Y para quienes prefieran el descafeinado ningún problema, toda vez que la cafeína es sólo uno de entre sus numerosos compuestos (interleukinas, Proteína C?) favorables aunque, eso sí, mejor solo que cortado por aquello de cuidar el colesterol. Y no fuesen a pensar quienes esto lean que se trata de afirmaciones a humo de pajas o promovidas y convenientemente retribuidas por las multinacionales del sector. Un metaanálisis sobre más de 200 estudios fue publicado el pasado año en una prestigiosa revista ( British Medical Journal) por Robin Poole, de la Universidad de Southampton, concluyendo que el consumo de café disminuye la mayoría de causas de mortalidad, lo que confirma, entre otras, una revisión estadounidense con seguimiento de 185.000 personas y tras el oportuno ajuste por otros hábitos potencialmente nocivos (alcohol y tabaco, tipo de alimentación, sedentarismo?).

Se ha observado reiteradamente una significativa reducción de enfermedades cardiovasculares entre los consumidores de café, de la diabetes tipo 2 así como de la enfermedad pulmonar crónica (EPOC), afecciones renales, vesicales y prevendría también la formación de cálculos en las vías urinarias por su efecto diurético. Asimismo, parece comprobarse una disminución en la incidencia de enfermedades de Párkinson y Alzheimer en porcentajes que rondan el 65%. Por su acción vasoconstrictora cerebral actúa favorablemente sobre la migraña, y la dilatación vascular periférica reduciría el riesgo de trombosis. A mayor abundamiento, un café tras la comida estimula la secreción gástrica y mejora la digestión, aunque más llamativo si cabe es su impacto sobre las enfermedades cancerosas y hepáticas.

Respecto a las primeras, el análisis retrospectivo de 105 estudios muestra que quienes refieren un alto consumo (4 ó más tazas al día) presentan, en comparación con los controles de baja o nula afición por el café, menor incidencia de muchos cánceres (colon, próstata, laringe, vejiga, endometrio, melanoma?), quizá debido también a su alto contenido en antioxidantes, permaneciendo aún la controversia por lo que hace a la eventual protección para el cáncer de pulmón. En cuanto a los efectos sobre el hígado, los hallazgos de investigaciones varias son igualmente llamativos: su ingesta disminuiría el riesgo de infiltración grasa hepática y fibrosis en porcentajes cercanos al 30%; de un 39% la progresión de ésta a cirrosis y, en consecuencia, la frecuencia de cáncer en ese órgano (posiblemente por su efecto enzimático), mencionándose también una mayor supervivencia, tras el trasplante hepático, en los adictos al café.

Las numerosas ventajas reportadas no deben sin embargo obviar la enumeración de algunos inconvenientes. Acelera el ritmo cardíaco, por sus propiedades psicoestimulantes puede causar nerviosismo e insomnio, y hay indicios que apuntan a un aumento del riesgo de fracturas óseas en mujeres con osteoporosis (frecuente en la postmenopausia). En cuanto a su efecto durante el embarazo, favorecería el aborto espontáneo en los primeros meses y, después, un peso menor en los recién nacidos. Por resumir y tomando en cuenta sus efectos globales, no sería aconsejable el consumo pasada la media tarde o en caso de niños y embarazadas, aunque para la población general, con las excepciones citadas y si bien se está a la espera de nuevos estudios con seguimiento prolongado, la dieta mediterránea con el broche de un café lleva camino de convertirse en el mejor consejo para mantener una buena salud.

Y no está nada mal, convendrán conmigo, cuando -lo he mencionado en otras ocasiones- mucho de lo apetecible se considera dañino o es tildado de pecaminoso. En esta línea, parece despejarse el camino que nos permitirá, sin mala conciencia, volver al título del novelista Modiano: al café de la juventud perdida aunque no haya bar de por medio. En espera de que, como un beneficio adicional, esa negra bebida nos la devuelva. Y algo hay de eso cuando se toma en buena compañía.

Tan alentadores los trabajos mencionados que, a no tardar, las máquinas de Nespresso podrían colonizar las unidades hospitalarias de cuidados intensivos y el brebaje ser incluido en las recetas hasta reemplazar al omnipresente paracetamol. ¿Una interesada exageración? Pues, como en tantos órdenes de la vida, ¡ver para creer!

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