Se acercan las elecciones y en el PP local afloran de nuevo sus dos almas: la españolista y la regiona lista. Simplificando, la primera es la de pulsera con banderita bicolor, orgullo futbolístico de La Roja y convencimiento de que toda España habla español. Y punto. La segunda, la regionalista, se'n fot de los trapos de cualquier color, puede vibrar con los colores del Barça y defiende lo nostro, incluida la lengua, aunque procura no llamarla catalán en público. Todo con un ritmo ma non troppo, para pisar pocos callos.

Gabriel Cañellas mantuvo el equilibrio entre las dos sensibilidades. Es conocida la instrucción que le dio a Francesc Gilet, su conseller de Cultura: "No quiero pro blemas con la lengua". Fiel a la consigna, Gilet elaboró una ley de normalización lingüística con un amplio consenso, aunque molestara por razones distintas a minorías de su propio partido y de la izquierda más nacionalista.

El equilibrio se mantuvo, con ligeros bandazos a diestra y siniestra, hasta que José Ramón Bauzá llegó a la presidencia del Govern. El más español de los presidents ganó impulsado por la crisis económica que los socialistas no supieron ver o paliar. Cuatro años después, fue expulsado del Govern y de la presidencia del partido. Por incordiar a demasiados ciudadanos en el primer caso y a sus compañeros en el segundo.

Biel Company asumió el reto de sacar el partido de la depresión en que lo su mieron los casos de corrupción y las decisiones erróneas del político que no regresó a su farmacia. La vuelta al regiona lismo moderado era la receta triunfadora. La que aplicó Cañellas entre 1983 y 1995 con notable éxito. La que le dio la mayoría absoluta en su última concurrencia electoral. Hasta que el caso Túnel de Sóller y los objetivos políticos de José María Aznar se cruzaron en su camino y fue forzado a dimitir.

El problema para Company es que el regionalismo solo se tolera en el PP del gallego Alberto Núñez Feijóo. Los populares navegan hoy en el temporal causado por la irrupción de Vox a su derecha -¿quién financia el partido de Santiago Abascal, ex parlamentario vasco con el PP?- y por el jacobinismo de Ciudadanos. Pablo Casado endurece su discurso. Ya no hace oídos sordos a que el Gobierno central recupere las competencias educativas. Esta posición es incompatible con el aprendizaje de la cultura propia de cada autonomía y con la protección de las lenguas cooficiales que consagra el artículo tres de la Constitución.

En este contexto se entienden las declaraciones de Martí Sansaloni a Diario de Mallorca. El alcalde de Petra fue el tercer conseller de Sanidad de Bauzá. En su haber está la pacificación de un sector en rebeldía contra las políticas restrictivas de Rajoy. También consiguió alcanzar la alcaldía de Petra, en manos nacionalistas desde hacía décadas.

Sansaloni fue un aliado firme de Company tanto en la rebelión contra Bauzá como en la marcha triunfal del congreso. Ahora, al aconsejar al presidente de su partido que no pacte con Ciudadanos, le alerta sobre una hipotética traición a los principios con los que ganó el liderazgo. Company está en la encrucijada de mantenerse en la línea que le aúpo a la presidencia y a la candidatura autonómica o decantarse hacia la que defiende un Casado asediado por Albert Rivera, Vox y el ruido de los cenáculos de la derecha en Madrid. Lo peor para el candidato popular es que nadie garantiza que una de las opciones le acerque más al poder que la otra.