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Chicote, vente a Mallorca

Ahora que se han renovado las estrellas Michelin en la constelación gastronómica mallorquina, solo queda constatar que María Solivellas de Ca Na Toneta (Caimari, Mallorca) se merecía brillar también en esta edición. Según los papeles, en la alta cocina, no vamos mal. Tenemos un buen número de chefs y restaurantes de renombre. Cuentan las crónicas que en esa franja hostelera, casi inaccesible para el aborigen, la cocina fluye con brío. Genial.

Donde parece que padecemos una mala hostelería es en la franja media-baja del día a día. Es decir, donde te tomas un café o donde te comes un menú entre semana. Igual me equivoco, pero vengo observando en la isla que la relación calidad - precio de bares y restaurantes de batalla es un indecente. Y comparativamente con otras regiones españolas, una vergüenza. O tienes el nivel de vida de un jubilado sueco y vas a tomar el brunch a un beach club, o te toca ir al bar de la esquina a tomarte una ruleta rusa. Llamo bar de la esquina a ese establecimiento mugriento donde hay peleas por leer el diario y te arriesgas a un café de cagalera por 2 euros, o al típico menú de peregrino del Camino de Santiago por 15 pavos, sin bebida ni café. Te lo sirve un camarero con el cigarro en la mano al que tienes que pedirle repetidas veces que te traiga el pan. Y, por si fuera poco, vas al baño y te sientes como en una película de Torrente.

El otro día tuve la mala suerte de recalar en uno de estos establecimientos inolvidables. Después de que me sirvieran el primer plato invoqué a mi tocayo Alberto Chicote. - Cualquiera que se haya criado entre fogones o conozca los entresijos de la empresa hostelera se quita el sombrero ante Alberto Chicote y su labor de dignificación de la restauración. Con Jesús Calleja, de lo mejor de la parrilla-. La cuestión: Pedí el menú, me maltrataron, medio comí y pasé por caja. Al irme fantaseé con una visita de Pesadilla en la Cocina a aquel lugar de mierda e imaginé a Chicote haciendo justicia.

Luego caí en la cuenta de que el programa de Chicote nunca ha grabado en la isla. Y me parece extraño porque en Mallorca el más tonto del lugar abre un bar-restaurante. Visto el grueso de la oferta, solo queda asumir que muchos de los que regentan un restaurante o un bar desconocen lo importante que es su trabajo: dar de comer, cenar, merendar o desayunar a la gente. En resumen, lo que necesitamos es un escuadrón de Chicotes en Mallorca.

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