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Mujeres machistas

Podríamos seguir: negro racista, homosexual homófobo. Lo aclaro. Tras las elecciones brasileñas, de las que salió ampliamente vencedor Bolsonaro, es decir, un hombre que no ha ocultado sus posiciones racistas, homófobas y misóginas, hemos comprobado que quienes han apoyado esta opción no han sido solamente votantes blancos supremacistas, ricos y conservadores. En absoluto. Muchos de quienes habían votado al Partido de los Trabajadores, esa izquierda representada por Lula y Dilma Rousseff, se han decantado de forma clamorosa por la opción derechista de Bolsonaro. Muchos negros, homosexuales y mujeres, en teoría los colectivos más perjudicados y, además teniendo conocimiento sobrado de a quién estaban votando, se han volcado, por lo menos en un gran número, hacia la extrema derecha. Por supuesto, hay varios motivos. De entrada, el altísimo grado de corrupción, hipocresía y falsedad de las que han hecho gala Lula y los suyos, nada menos que los que subieron al poder con el objetivo de arropar a los trabajadores, pobres y oprimidos. Bien, pues, estos pobres oprimidos trabajadores han pronunciado un rotundo y estentóreo basta ante tanta estafa.

Algunos expertos, miopes ellos, suelen proclamar lo siguiente: serán las mujeres las que frenarán el ascenso de la extrema derecha, en fin, y ya puestos, del fascismo mundial, que sin pausa sigue avanzando. Uno no estaba enterado de que todas las mujeres fuesen de izquierdas y feministas. El peligro de establecer una ecuación tan simple como ésta, es decir, que la mujer es por definición de izquierdas y feminista y será ella la que acabe con la lacra del fascismo es, como mínimo, irrisoria, pueril y lleva a engaño. El machismo es cosa del ser humano, y no única y exclusivamente asunto del sexo masculino. Es sabido que uno de los motivos que causan una sangría en la izquierda es, precisamente, la distancia que existe entre su discurso salvador, trufado de un purismo enternecedor, y la cruda realidad, esto es, la puesta en práctica de esas políticas. Y no sólo eso, sino que quienes se hinchan la boca de solidaridad con el oprimido resulta que practican justamente lo inverso, barren para casa y sólo se ocupan de perseverar en el poder.

¿Son masoquistas esos homosexuales, esos negros y esas mujeres que no han dudado en apoyar a Bolsonaro, en principio, su enemigo? Como fondo, sin duda, está un deseo de orden y seguridad. En lugar de rasgarse las vestiduras y poner cara de incrédulos, habrá que investigar un poco, no mucho, la razón de semejante vuelco y, sobre todo, analizar por qué los colectivos maltratados por Bolsonaro no le han dado en absoluto la espalda sino que, muy al contrario, lo han votado con convicción y sabiendo muy bien a quién estaban votando. Pues información tenían de sobra. Bolsonaro ha hablado claro, sin tapujos. Por tanto, aquí no hay engaño, sino voluntad popular y soberana de elegir a este candidato. Sí, hay mujeres machistas, mujeres incluso más machistas que muchos hombres. Por eso, afirmar sin matices que serán las mujeres quienes harán frente común a la corriente racista-machista-misógina es, como mínimo, conmovedoramente iluso, generalista, abstracto y, por supuesto, pánfilo. El diablo se esconde en los detalles, en los matices. Y así como existen hombres feministas, existen mujeres arraigadas con fervor en el machismo más acendrado.

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