Este mes se produjo una situación inédita en la historia del Colegio Oficial de Psicólogos de Baleares. El pronunciamiento crítico sobre un ciclo de exposiciones llamadas "Chocho charlas, empoderándonos desde nuestros coños" en el marco de actos del Ayuntamiento de Palma por el Día Internacional contra la Violencia hacia las mujeres, por una profesional de la psicología produjo una escisión de un grupo de colegiados del área de sexología.

La crítica de la agrupación colegial, que tiene una sostenida trayectoria de defensa de los derechos de la mujer, exponía que "Enmarcar actividades con títulos provocadores no es la medida más adecuada para fomentar que todos los agentes sociales se impliquen en la lucha de las violencias machistas". El Colegio profesional considera que incluso "minimiza el esfuerzo en materia de igualdad y género"

En otro escenario social, sectores del movimiento feminista han protagonizado otra ruptura en relación al colectivo gay a propósito de los llamados vientres de alquiler, que permite a parejas de hombres homosexuales tener hijos, porque sectores del feminismo lo ven como una explotación más de la mujer. Estos son solo un par de ejemplos de la proliferación, diversificación y masificación de la temática que surgió en relación a la defensa de la mujer en cuanto a sus derechos y estatus social. Son muchas las voces que alertan sobre la politización, en el sentido más amplio que se le pueda dar a este término, de el esfuerzo de mejora de los derechos de la mujer. Uno de los aspectos más sorprendentes que se evidencia en este proceso es la simultánea proliferación de reivindicaciones de visibilidad, reconocimiento y derechos de colectivos basados en una cierta manera de vivir la sexualidad y el desdibujamiento de lo que podría metaforizarse como el mapa de las identidades de género. Da la impresión de que la existencia de la sexualidad, entendida como femenino y masculino ha entrado en un proceso de fragmentación y diversidad al que aún no se le ven los límites.

El problema es que la confusión, la saturación de discursos y reivindicaciones resta eficacia al logro de cambios estructurales tales como la igualdad de posibilidades para los géneros.

Uno de los avances más extraordinarios de la organización social occidental ha sido el pasaje de la mujer de objeto a sujeto. Entendiendo que un objeto es poseído y determinado por la voluntad de otros, en tanto un sujeto tiene y se le reconoce intención, voluntad y toma de decisiones.

Un punto de inflexión ha sido en 1848 el surgimiento en los Estados Unidos del Sufragismo, una batalla de 100 años que logró en 1948 en la Declaración Universal de los Derechos Humanos el reconocimiento del sufragio femenino como derecho humano universal aunque las mujeres españolas ya en 1933 pudieron votar por primera vez en unas elecciones generales.

Hace tan solo 60 años, en 1958, se reformó en España el Código Civil, dando la posibilidad a la mujer de no verse obligada a abandonar el domicilio conyugal, ni perder la custodia de sus hijos tras haber cometido adulterio.

Es impensable que nada de estas extraordinarias conquistas se hubieran conseguido en un contexto como el actual en el que se hace cada vez más confuso distinguir quien reivindica y qué.

Para colmo, la posibilidad de ser objeto de la caricatura y la banalización, como ya está ocurriendo en los chistes que se propagan por WhatsApp, las redes sociales y en los comentarios de los medios, genera una vulnerabilidad a la descalificación, que es una de las armas más eficientes para restar poder a un discurso.

El uso de una terminología obscena, tampoco aumenta la eficacia de ningún mensaje. De hecho, una de las formas más frecuentes de violencia doméstica es neutralizar un reclamo tachándolo de histerismo y grosería.

Una frase de Confucio sobre la degradación de los discursos dice " Si no se aprende, la sinceridad se trueca en grosería, la valentía, en desobediencia, la constancia en caprichoso empecinamiento, la humanidad, en estupidez, la sabiduría, en confusión, la veracidad, en ruina".

*Psicólogo clínico