Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Análisis sintáctico

- Esto qué es, un modificador indirecto o un término preposicional?

Mientras mi hijo está intentando hacer los ejercicios de análisis sintáctico, el móvil no para de enviarle mensajes. Hay varios whatsapps, una retransmisión interrumpida de un partido de fútbol, la playlist de Spotify y quién sabe cuántas cosas más. Mi hijo, como tantos otros adolescentes, ha desarrollado la movilidad ocular de los camaleones, que saben mover los ojos independientemente el uno del otro, así que con el ojo izquierdo vigila los whatsapp, mientras que con el ojo derecho intenta descifrar el misterio del modificador indirecto (¿o era un preposicional?). Cuando pide socorro, me topo con el problema de que el vocabulario de análisis sintáctico ha cambiado por completo. En los tiempos prehistóricos en que el señor Monterrubio nos enseñaba a analizar frases, en el CIDE de Son Xigala, se decía complemento indirecto, y no modificador indirecto, y el preposicional era -o eso me parece- un simple complemento circunstancial de lugar. Por alguna razón misteriosa, los términos han cambiado. ¿Por qué? Lo ignoro.

-Bueno, ¿en qué quedamos? ¿Modificador indirecto o término preposicional?

El ojo izquierdo de mi hijo sigue pendiente del móvil (aunque ahora parece haberse desplazado hacia el partido de fútbol), mientras el derecho sigue fijo en el análisis sintáctico. La verdad es que me lo tengo que pensar varias veces. Se supone que soy experto en esas materias -estudié Filología hace siglos-, aunque a simple vista no lo tengo nada claro. Me pregunto qué harán los padres que no tengan una preparación técnica suficiente. Y me pregunto, además, si es normal que unos alumnos que apenas saben entender un texto complejo, ya que nadie les ha enseñado a leer disfrutando, consigan hacer un análisis sintáctico repleto de modificadores indirectos y de términos preposicionales. Nuestra ministra de Educación, que tiene singulares problemas a la hora de hacerse entender, considera que los alumnos deben aprobar el Bachillerato aunque tengan una asignatura troncal suspendida, por aquello de no condenarles a sufrir un peligroso bajón de autoestima. Es una idea curiosa, más propia de una coach de autoayuda que de toda una ministra de Educación, y que encima es catedrática de Instituto. Quizá sería mucho mejor racionalizar los planes de estudio, suprimir asignaturas, mejorar la preparación de los profesores, y sobre todo, poner un poco de orden en el inmenso desbarajuste educativo en el que lo primero que hace un gobierno nuevo es cambiar las leyes educativas. ¿Tiene sentido, repito, que unos alumnos a los que nadie ha enseñado a leer por placer y a entender a fondo lo que leen -con cómics, con raps, con letras de canciones, recitando poemas, interpretando en clase, aprendiéndose canciones de memoria- sean capaces de hacer un análisis sintáctico? Dejó ahí la pregunta.

El otro día, en Palma, una muy buena profesora de matemáticas -y una gran amante de la poesía-, Clara Grima, dijo que era un disparate que los dos pilares de la enseñanza no fueran las matemáticas y la comprensión lectora. Al fin y al cabo, no se puede hacer nada si el alumno no aprende muy pronto a razonar con las matemáticas y a entender muy bien lo que lee. Pero estas dos actividades están completamente desatendidas en nuestras aulas. A nuestros alumnos se les enseña a protestar contra las guerras y el hambre, se les enseña a "aprender a aprender" (sea esto lo que sea), se les enseña a educarse en valores (¿en cuáles?) y se les exigen miles de cosas en general superfluas y aburridas. Pero nadie parece acordarse de enseñarles lo más importante: a razonar y a entender. Y claro está, al final hay que dejarles aprobar el Bachillerato con un suspenso, no vayamos a condenarles a perder la autoestima.

Compartir el artículo

stats