La muerte de Sacramento Roca Martín, de 36 años, ha estremecido a Mallorca. Es la primera mujer asesinada a manos de su pareja este año en la isla. Y el crimen se ha producido en unas circunstancias especialmente terribles, en un lugar público y a la vista de todos, ya que la víctima trabajaba en un conocido comercio de Palma, en el que el agresor la atacó por sorpresa y le asestó seis puñaladas mortales.

La violencia de género es uno de los principales problemas que vive la sociedad actual. Las cifras son elocuentes. En lo que llevamos de año, han sido asesinadas en España 43 mujeres a manos de sus parejas o exparejas. Desde que existen estadísticas sobre este tema, 2003, son 971 las mujeres matadas por hombres. En Balears, los números son especialmente preocupantes. Según datos del Consejo General del Poder Judicial, el archipiélago es la comunidad autónoma con más casos por 100.000 habitantes, una media de 14 denuncias diarias.

Para atajar esta realidad, las islas cuentan solo con dos juzgados especializados en Palma, mientras que en el resto de partidos judiciales, la violencia sobre la mujer se dirime en juzgados mixtos, conjuntamente con otras materias.

Uno de los dos juzgados de Palma, el número 1, padece una grave saturación que motivó que el Tribunal Superior de Justicia de Balears adoptase recientemente medidas inéditas, como la suspensión de la entrada de asuntos. Inicialmente, se pusieron los refuerzos de personal solicitado, pero los problemas continúan y los asuntos se acumulan sin que se les dé la solución rápida y eficaz que merecen.

La falta de medios, patente en el Juzgado de Violencia sobre la mujer número 1 de Palma, pero generalizada también en otras instancias judiciales, de los cuerpos de seguridad y la asistencia social, es evidente, y requiere acciones decididas por parte de las administraciones implicadas, orientadas no solo a aumentar los recursos destinados a combatir esta lacra como a analizar cómo se están utilizando, para aumentar su eficacia. Hay que trasladar a las mujeres víctimas el mensaje de que deben denunciar cualquier maltrato psicológico y físico desde un primer momento y, para ello, deben articularse todos los mecanismos necesarios para que al dar este paso tengan todos los medios de protección necesarios para salir adelante. Que las escuchen y las atiendan.

El machismo que late en el fondo de esta violencia requiere también acciones educativas y sociales que vayan al origen del problema. Los colegios, y la sociedad en general, deben abordar la igualdad de género como asignatura prioritaria. El peso de los estereotipos en los que las mujeres aparecen en un plano diferenciado del hombre son enormes y hay que actuar en todos los ámbitos para implantar la igualdad real, en las aulas, en los puestos de trabajo y en los de responsabilidad, en la esfera pública y la privada.

EL crimen ocurrido en la tarde del viernes en Palma es una muestra muy elocuente de los resortes que rigen en este tipo de violencia. La víctima había cortado la relación con el agresor y éste no se lo toleró. Se presentó en su puesto de trabajo y le infligió el mayor daño posible, su muerte, sin reparar en las consecuencias para su persona. En este tipo de violencia puede más el ansia de causar dolor a la mujer que el cuidado de uno mismo.

Sacramento deja a dos niñas menores sin madre. Una familia destrozada y a sus compañeras y compañeros de trabajo impactados por lo ocurrido. Deja una sociedad que ayer convocó varios actos de repulsa que son muy necesarios, pero que no bastan. A las mujeres las matan, en un goteo incensante e insoportable que requiere actuaciones de urgencia para ponerle fin.