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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

También a la rueda

Si vuelven las bicicletas y los patinetes, podrían regresar otras cosas de mi infancia. -Las bicicletas y los patinetes de tu infancia no iban a pilas, idiota -me digo a mí mismo.

De acuerdo -me respondo-, no iban a pilas, pero lo específico de estos vehículos no era la electricidad.

Entonces imagínate un teléfono móvil sin batería -insisto.

La batería -añado- forma parte de la sustancia del móvil, nació con ella. No es lo mismo.

No hay forma de discutir contigo -concluyo sin saber ya muy bien con cuál de las partes de mí mismo estoy de acuerdo.

El caso, insisto, es que el cartero siempre llama dos veces, cuando no es con el patinete, es con la bicicleta. Tal vez ahora regrese asimismo el caballo de cartón. Tendría gracia ver por la calle a personas hechas y derechas montadas en un caballo de cartón (con batería, desde luego) del mismo modo que vemos a los ejecutivos cabalgar sin pudor alguno sobre los patinetes. Con todo, lo más increíble es la vigencia de la rueda. No se ha inventado a lo largo de los siglos nada capaz de sustituirla. Uno de los juguetes favoritos de mi infancia era el aro. La diversión consistía en hacerlo rodar golpeándola hábilmente con un palo. Los críos nos recorríamos el barrio entero, cada uno con su aro, como si guiáramos un curioso rebaño de ruedas hacia ninguna parte. El aro, de regresar, lo haría también con pilas. Debe de estar al caer.

Me cruzo por la calle con un niño que conduce un patinete disfrazado de Spiderman, cuyo creador acaba de morir a la edad de 95 años. Spiderman nunca se fue. Los superhéroes parecen de acero inoxidable o inolvidable, ahora no caigo, la cuestión es que no pasan por ellos los años. Mucha gente se ha extrañado de este fallecimiento porque ignoraba que el hombre araña tuviera un autor y por lo tanto un comienzo. Borges, en unos versos memorables, decía de la capital de Argentina: "A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: / la juzgo tan eterna como el agua y como el aire". Es lo que les ocurre al caballo de cartón, y al patinete, y a la bici.

También a la rueda.

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